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Analistas 07/12/2023

Velita, apertura y gratitud

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Es posible que 2023 tampoco haya sido bueno para usted. Con semejante tendencia, o la conciencia de que Navidad no es milagrosa y Año Nuevo no garantiza sus codiciadas listas de deseos, podrían aumentar las probabilidades de que empiece 2024 con ganas de que termine.

La realidad es absurda, la vida no es fácil y el destino puede ser cruel. Por un lado, negarlo reflejaría infantilismo. Y mirando la otra cara de la moneda, aceptemos que la resignación tampoco mejorará la suerte ni el humor. Entonces elijamos intentar algo diferente, empezando por depurar cualquier percepción, presunción y prejuicio, que desvirtúe aquello que valoramos o procuramos.

Recientemente conocí la historia de alguien cuyo origen estuvo anclado a la miseria. Mientras transitaba hacia la adolescencia, su obsesiva petición navideña era un objeto que simbolizaba a una marca con la cual se identificaba -ahora, le es indiferente-.

Aunque parecía algo superficial, la comunidad se propuso premiar su excelente comportamiento y desempeño, recaudando contribuciones humildes. Hasta entonces, sus navidades habían sido días normales, pues no disponían de alimentos para completar una cena, y dichas veladas se limitaban a dormir temprano o compartir tiempo conversando.

Así, en dicha celebración recibió tres regalos: grande, mediano y pequeño. Emocionado, se dirigió al primero porque era el más ostentoso, y la tarjeta prometía contener su deseo; pero, apenas rasgó la envoltura, descubrió que el empaque no correspondía con lo que esperaba. Desilusionado, abandonó los regalos y escapó; entretanto, los sorprendidos invitados acordaron no condenar a ese joven que había rechazado sus dádivas.

Pasadas las vacaciones, regresó al colegio; durante la bienvenida una profesora le preguntó cuánto se habían fortalecido su fe y su motivación, con la sorpresa del deseo cumplido. Al entrever una reacción negativa, y sospechar algún malentendido, aquella paciente maestra...

Después de escuchar su reveladora explicación, lidió con la ansiedad toda la jornada, antes de poder reencontrarse con esos intactos presentes que había ignorado, pero seguían esperándolo. Temiendo otro desencanto, sostuvo por un momento el mismo paquete cuya apertura había dejado inconclusa; y solo, sin nadie que lo animara, culminó el ritual de eclosión.

Finalmente, pudo reconocer que, dentro de un empaque ajeno, estaba almacenado aquel objeto que deseaba. Sintió arrepentimiento, porque había ofendido a sus benefactores y se había dejado guiar por las apariencias; entonces, su curiosidad emitió destellos y, en lugar de abrir los demás regalos, reflexionó que tal vez habría estado mejor si no esperara algo -honrando la costumbre-, agradeciera aquello que tenía o anhelara algo que valiera la pena.

Hay adictos a comprar “cajas misteriosas”, cuyos vacíos usualmente no justifican su costo. Nuestros seres queridos representan el único tesoro que podemos contar con relativa seguridad, y, aunque abunde la incertidumbre, el tiempo que ofrece el próximo año será valioso: ¿convendrá recibirlo con apertura y gratitud?

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