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Como economista y admirador natural del poder de las ciudades que se erigen como metrópolis ganando cada día mayor participación en el Producto Interno Bruto, soy consciente de su capacidad para generar oportunidades, reconociendo los retos que enfrentan fruto de su triunfo en múltiples frentes puestos de presente para el caso colombiano en los últimos tiempos.
Los racionamientos de agua, la incertidumbre en términos de suministro de energía derivado de proyectos de transmisión que no van en los tiempos adecuados, la migración, las rentas criminales, el aumento del tiempo promedio de desplazamiento origen-destino, la emergencia climática, la soberanía alimentaria, la disminución de la pobreza combinada con aumentos en la concentración de la riqueza y el reavivamiento del debate sobre el papel de las áreas metropolitanas, entre otros retos.
Las ciudades más allá del debate que se pueda suscitar sobre desarrollo equilibrado desde el centro hacia lo comúnmente llamado periferia, son las principales receptoras de población, inversión, crecimiento económico, además de generar el mayor número de oportunidades en materia económica y social. Sin embargo, los acontecimientos recientes comienzan a dilucidar la necesidad de realizar acuerdos programáticos con los actores vivos sobre lo fundamental superando asuntos mediáticos, políticos y populistas priorizando el papel que cumple la planeación para ordenar el territorio.
No pareciera motivo de orgullo para las metrópolis enfrentar problemáticas tan predecibles como el suministro de servicios públicos esenciales y el reconocimiento de una emergencia climática que ya no es discurso, sino que se convirtió en toda una realidad. Es el momento oportuno para aceptar que como vamos, vamos mal. La agenda pública y privada debe centrarse en colocar en el centro los temas a resolver para poder construir la metrópoli del futuro. Esto no significa que no se esté haciendo nada en el presente. Lo que sí denota es que se requiere una agenda de prioridades para superar las emergencias, el gerenciamiento del día a día y el gobernar con encuestas.
Vale la pena devolverse en el tiempo para evaluar aquello que no se hizo bien; el cambio de agenda pública cada cuatro años, la ocupación de los causes, el gerenciar derrumbes y no liderar transformación, el error cometido al abandonar los sistemas férreos que conecten con las grandes ciudades, además de unir al país, la materialización tardía de reconocer en los sistemas de transporte masivo el vehículo natural para una movilidad consistente con el crecimiento de la ciudad-metrópoli, la ocupación irregular de las laderas acompañada de la incapacidad del Estado para resolver los déficit cualitativos y cuantitativos de vivienda, el aseguramiento de fuentes hídricas, sistemas de alcantarillado y el establecimiento de una agenda de desarrollo que supere los gobiernos y articule las entidades territoriales.
Sin duda, hay que reconocer que esfuerzos de agenda se han hecho, pero no necesariamente el diseño de una agenda garantiza la ejecución y en especial el cumplimiento de los hitos de la misma cuando hay cambios en los liderazgos públicos y privados. Es hora de superar el complejo trasnochado de adán que desconoce lo que otros han construido y refundar el mundo cada gobierno. Solo superando este complejo se logrará avanzar, de la mano de la articulación de los entes territoriales y la capacidad del sector privado para transformar realidades.
El proceso de articulación y logro de acuerdos no es sencillo, sin embargo, solo entendiendo que, aunque la percepción de la ciudadanía sobre felicidad o aceptación de un gobernante sea favorable, ello no significa que la ciudad ofrezca calidad de vida a sus habitantes. Una buena forma de priorizar la planeación pasa por acuerdos sobre lo fundamental independiente del gobierno de turno. Algunos de los temas que en esa agenda miras a construir la ciudad de 2050 pudiera ser; la garantía de inversión en servicios públicos de calidad esenciales como energía, alcantarillado y los del siglo XXI como la conectividad universal al internet de banda ancha combinado con una agenda de ciudad inteligente colocando en el centro la gente.
Una inversión sin precedentes para la atención de la emergencia climática, infraestructura para la competitividad, sistemas de transporte masivo y la creación de un fondo con recursos públicos y privados para realizar estudios y diseños de los proyectos que sean prioritarios en la agenda con miras a favorecer la ejecución eficiente de los mismos.
Finalmente, mi invitación a todos los actores vivos de la ciudadanía, con especial llamado a los líderes para concentrar las energías en los temas trascendentales superando la inmediatez de los cargos, las diferencias ideológicas y el convencimiento pleno del establecimiento de una agenda que supere los gobiernos, asuma un compromiso planetario, coloque en el centro la gente y honre el rol que entrega la dignidad del cargo con la ejecución de proyectos transformadores en materia económica, social y ambiental.