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Analistas 20/01/2022

Agenda de futuro

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

La reactivación económica reciente ha generado una discusión entre quienes ven el vaso medio lleno, porque afirman que al acumular la contracción de 2020 y el excelente crecimiento económico de 2021 estaríamos en niveles superiores a los prepandemia, y quienes ven el vaso medio vacío, porque analizan que dicha acumulación nos habría hecho cerrar en un 96% del nivel que hubiéramos logrado si la economía crecía al 3,5% (su nivel promedio histórico) en los últimos dos años.

Más allá de este debate, creo que la discusión relevante es sobre lo que viene en el futuro. El periodo pospandemia debe garantizar, entre muchos factores, un crecimiento económico sostenido, una mayor generación de empleo, y una reducción de la vulnerabilidad derivada de los déficits gemelos (externo y fiscal) junto a la posibilidad de mayores recursos para proveer bienes públicos necesarios y reducir la desigualdad.

En materia de crecimiento económico, la clave vuelve a ser, en el corto plazo, la inversión en infraestructura y el apoyo al sector constructor, para elevar la relación inversión/PIB más allá de 20% y lograr crecimientos sostenidos por encima de 4% real. En el mediano plazo, es necesario incentivar la competencia en los mercados, para lo que se pueden aprovechar las recomendaciones de la Misión de Internacionalización. El comercio global no es un tema de ideología, sino de productividad de sectores económicos que redunda en menores costos para el consumidor.

En el frente laboral, se hace necesario incentivar la contratación formal de trabajadores y flexibilizar una legislación que fue hecha para una realidad diferente a la actual. Las recomendaciones de la reciente Misión de Empleo son una brisa fresca para volver a poner sobre el tapete la necesidad de modernizar y reformar el mercado de trabajo.

Por su parte, en materia de déficits gemelos, es clave garantizar su reducción en el corto plazo para abaratar el costo de financiamiento del país (su prima de riesgo). Gran parte de dicha reducción deberá venir de lograr nuevos recursos tributarios que permitan al Estado, además, proveer bienes públicos para cerrar diferentes brechas, como en el sector rural, y garantizar una disminución de la desigualdad, a través de una asignación redistributiva vía gasto público.

Para lograr avances en esta agenda, que no es nueva pero sí esencial, se requiere recuperar el ánimo reformista extraviado en los últimos años. Esto implica recuperar, por un lado, el consenso perdido entre la tecnocracia, pues hoy en un debate con 20 técnicos hay 20 ideas distintas de cómo lograr un objetivo. No miramos al final y nos extraviamos discutiendo la ruta. Y por otro, empezar a movernos con pequeños pasos, todos en la misma dirección, pues muchas veces las grandes reformas encuentran muchos opositores, mientras los pequeños pasos articulados pueden llevarnos a donde queremos, gradual pero asertivamente.

Y en este proceso, no podemos olvidar que lo perfecto es enemigo de lo bueno, pues en una realidad donde se debe negociar con muchos actores, es mejor lograr avances parciales en la dirección que queremos, pero que pueden tener algunos reparos técnicos, a no lograr avanzar.

Esta es la vía del desarrollo sostenible e inclusivo del país en los próximos años, sin saltos al vacío que pongan en peligro la institucionalidad y los grandes avances en bienestar de las últimas tres décadas.

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