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Coherentes con su postura frente a la pasada tributaria, los empresarios deben avanzar en su rol en la recuperación y subir el mínimo 10%, pues el PIB será cercano a esa misma cifra
Los empresarios no han sido inferiores al reto de recuperar la economía, apostarle al crecimiento y generar nuevos empleos formales, el primer paso en ese sentido fue echarse al hombro la última reforma tributaria, asumirla por completo para que no se castigue a las personas y seguir siendo los grandes contribuyentes.
Ahora les corresponde subir los salarios en consonancia con varios factores económicos que golpean las finanzas del bolsillo y que no pueden pasar desapercibidos: la galopante inflación que ronda 6%, dos puntos por encima de la meta fijada por el Banco de la República, y con el mal antecedente de que el ajuste salarial del año pasado solo fue 3,5%, lo que quiere decir que la gente perdió la mitad de su capacidad de compra.
La otra realidad es la tasa de devaluación del peso, que en lo corrido del año ha sido de 12,09%, visto de otra manera es un indicador de empobrecimiento si se recibe salario en pesos y se gasta en dólares, como puede suceder en la clase media que viaja al exterior o hace compras a través de plataformas externas; en los estratos bajos el dólar caro se siente en el alto precio de los productos y servicios importados. Otro elemento a tener en cuenta es la efectiva recuperación económica que llevará a que el PIB crezca cerca de 10%, una cifra histórica de la que no se tiene dato reciente y que habla de la resiliencia de la economía y del papel de los empresarios; pero cuando esto ocurre la gente se pregunta cómo lo afecta el alza del PIB en sus finanzas personales, una situación bien difícil de explicar pues los males endémicos de la economía del país cuentan varias décadas evacuarlos.
Por ejemplo, para que el desempleo vuelva a bajar a tasas de un dígito se necesita crecer de manera sostenida a tasas de 5% varios años, de tal manera que la dinámica productiva reduzca los casi tres millones de colombianos que se mantienen sin trabajo formal, eso sin contar los casi dos millones de venezolanos que rondan en las ciudades.
Por tanto, un crecimiento del PIB efectivo de 10% para este año que termina, más unos pronósticos de entre 4% y 5% para 2022, deben ser un buen argumento para subir el salario generosamente, pues las cifras dictan que el país va por buen camino y que un salario mínimo por encima de $1 millón en el básico, sin contar el subsidio a la conectividad, no es malo para los empresarios, es más, puede generar una dinámica de consumo sin precedentes y a su vez comprobar la hipótesis de trabajo del último Nobel de Economía, David Card, quien plantea que no siempre los salarios bajos hacen que las empresas generen más trabajo. ¿De dónde saldrá el dinero para incrementar el mínimo por encima de 10%? Del crecimiento del PIB de 2021 y de la proyección apara 2022. Del aumento en las ventas, del mayor consumo, de las ventas de café y petróleo y de todas esas cosas buenas que están pasando.
No lo debe ser a quienes ganan el salario mínimo, sino a todos los empleados a quienes no los cobijan las convenciones colectivas ni los pactos laborales. No existe ninguna razón de peso, técnica, social o política, para que todos los colombianos asalariados no perciban un incremento de 10% en aras del PIB o de 6% en términos de poder adquisitivo para apalear la inflación. La discusión está abierta y lo que más pesa es que un bajo incremento es caldo de cultivo para las ideas populistas que se cuelan en el debate político.
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