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EDITORIAL

La economía debe reiniciar escalonada

martes, 21 de abril de 2020

El país no se puede dar el lujo de mantenerse cerrado cuando las necesidades abundan y se necesitan millonarios recursos para atender la crisis de sanidad desatada por el Covid-19

Editorial

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que las consecuencias económicas de la pandemia del Covid-19 en todo el mundo van a ser peores que las ocasionadas por la última crisis financiera en 2008; en ese mismo sentido, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pronostica que se destruirán entre 6 y 25 millones de empleos, muchos más que los 22 millones de puestos de trabajo arruinados durante la crisis de las hipotecas. A las dos advertencias se suma que 2.000 millones de trabajadores informales, en economías emergentes o países en desarrollo, corren el riesgo de que desaparezcan sus empleos, lo que ocasionaría una pérdida de ingresos billonarios en términos de dólares que llevará al consumo de bienes y servicios a los niveles más bajos de historia reciente, lo que golpeará la evolución de las empresas.

La causa de esta inminente recesión económica es el Covid-19 con todas sus manifestaciones; más allá del problema para la salud pública, se trata del miedo desatado a las multitudes y al contacto humano que empiezan a dibujar una época de cambio -no un cambio de época o cambio de era- como muchos afirman. Nunca antes en tiempos de cabalgante globalización, una situación de crisis como el terrorismo, las guerras mundiales, las revoluciones industriales o las confrontaciones arancelarias, habían generado tal coyuntura de incertidumbre que obliga a los gobiernos de todo el mundo a tomar decisiones audaces, tales como mantenerse en cuarentena o empezar a abrir los mercados que dinamizan su economía. Lo peor de la situación es que no hay una receta magistral que les sirva a todos los países, “una cosa es Dinamarca y otra muy distinta Cundinamarca”; los asiáticos, no solo acostumbrados a manejar estos virus, sino a tener una férrea y estricta disciplina en sus sociedades, seguramente empezarán a desescalar sus aislamentos con la misma certeza que empezaron sus cuarentenas. Lo mismo pasará en los países escandinavos y los de la órbita alemana, pero otra cosa va a pasar en EE.UU., y por supuesto, en América Latina en donde la anarquía, la confrontación y el socavamiento de las instituciones son la marca de identificación de sus culturas.

Vale la pena insistir en que no hay fórmulas magistrales que les sirvan a todos, por tanto, Colombia debe empezar a confeccionar un modelo propio, analizando cada uno de los sectores económicos con los gremios indicados y cada municipio con sus alcaldes. No es bueno meter a los gobernadores en esta historia por las asimetrías políticas y geográficas de cada departamento, en donde muchos no pueden obedecer al gobernador porque sus municipios están más influenciados por otras ciudades, pues económicamente dependen de capitales económicas, como ocurre en el Eje Cafetero, en el suroccidente colombiano y en la Costa Caribe, epicentros del nuevo debate por la regionalización. Colombia tiene experiencia en controlar su población, pues la inseguridad y el conflicto interno han dictado protocolos de seguridad: la entrada a los centros comerciales, la abundancia de vigilantes, los perros que olfatean narcóticos y pólvora, más la sensación extendida de pedir permiso para entrar a todos los lugares, son rasgos de la cultura popular que pueden ser transformados para controlar la expansión del Covid-19. El comercio puede reactivarse de la mano de los empresarios que deben garantizar locales libres del coronavirus.

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