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Después de mostrar mi visión sobre la sostenibilidad y sustentabilidad empresarial, económica y social, entendidas en su orden en perspectiva temporal o de duración, así como de la fundamentación y demostración de sus causas y efectos; entró a analizar la aplicación de esos nuevos y diferenciados conceptos en el frente político de acción, tal vez el más decisivo y con mayor influencia en todos los demás.
Vale recordar que para los diferentes pero complementarios planos que enuncie antes, unidos al ambiental, la sostenibilidad y sustentabilidad tiene condicionantes y determinantes de diferente naturaleza, donde los fundamentales y manejo para cada uno de ellos varían según el ámbito de acción donde estos se desenvuelven.
Al respecto definí la sostenibilidad política como la asociada “con la permanencia, legalidad, legitimidad y solidez de los regímenes democráticos, sustentada en la auténtica gobernabilidad y gobernanza, es decir la capacidad de responder con equilibrio dinámico a las exigencias de las fuerzas vivas de la nación, amparados en las mejores soluciones posibles de política pública, entre los pesos y contrapesos que componen un Estado de Derecho y Justicia”.
Y es precisamente tras esos rasgos fundamentales que acabo de describir para la sostenibilidad donde se evidencia la argumentación y verificabilidad de la misma, es decir la sustentabilidad que la ampara y permite que se mantenga sin mayores sobresaltos ni riesgos a los ojos de todo el mundo, ni tampoco demostraciones de insatisfacción civil respecto del régimen existente, que marca la pauta de ambas.
Por eso cabe el interrogante ¿qué hace un gobierno legítimo?, ¿garantiza la democracia esto? Conforme al Índice de Democracia 2016, del The Economist Intelligence Unit, apenas 19 de los 167 países revisados se consideran plenamente democráticos, siendo preciso recordar que democracias déspotas como la de Hitler y otras cercanas recibieron amplio respaldo popular con nefastos resultados.
De ahí la importancia y validez del consentimiento de los gobernados una vez han realizado su decisión y elección para rectificar lo dispuesto y actuado conforme la voluntad de las mayorías, por las benéficas consecuencias del cambio de rumbo, donde finalmente lo importante es la utilidad social del régimen. Por eso algunos dictadores son considerados como legítimos por las mayorías y la academia, Chile y Singapur dan razón de esto por el avance sustancial que tuvieron ese tiempo.
Entonces al revisar la sustentabilidad política vale recabar en la legitimidad como garante del respeto a la autoridad en la necesaria reforma y fortalecimiento de las instituciones y uso de la fuerza pública, por lo cual ésta debería representar un principio y valor social independiente de doctrinas y dogmas, siendo en sí misma ante todo, salvaguarda del goce de los derechos naturales para toda la población.