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Analistas 15/08/2014

De la A de Acuña a la U de Uribe

Analista LR
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Yo no estoy de acuerdo con el debate por paramilitarismo que se le va a llevar a cabo al expresidente Álvaro Uribe. Y no es que me haya vuelto uribista de repente (¡ni lo permita Dios¡), pero es que no le veo beneficios, y en cambio sí creo que tiene consecuencias perniciosas. ¿Por qué?

Lo primero es que el Congreso está para vigilar y hacer control político al Ejecutivo, algo que ha hecho bastante mal la mayoría de las veces desde los tiempos del Frente Nacional. El precedente de sentar al senador Uribe en el banquillo puede poner de moda un intrincado juego de debates infructuosos entre los congresistas.

Lo segundo es que no va a revelar ni a ahondar nada que ya no sepamos o intuyamos. El propio Iván Cepeda lo reconoció en El Espectador hace unos días: “no será una discusión de grandes revelaciones, sino sencillamente de la reafirmación y de la puesta en panorama de una serie de asuntos que el país ha venido conociendo gota a gota a lo largo de los años”.

Lo tercero es que, además de no decir nada nuevo, creo que puede terminar favoreciendo al expresidente en su estrategia de convertir cada señalamiento contra él, cada orden de captura contra alguno de los suyos, cada fuga al exterior de uno de sus cercanos, cada escándalo de los múltiples que conocimos en los últimos seis años, en otra “infamia” más del horrible complot en su contra orquestado por las altas cortes, el presidente Santos y “los narcoterroristas de la ‘FAR’ “.

Ese contubernio, que suena tan absurdo como el de entregarle el país al castro chavismo, ha logrado horadar la mente de millones de mentes, unas lúcidas y la mayoría no tanto, con lo cual el uribismo se ha convertido, más que en un grupo político, en un culto, una extraña idolatría contra la que no caben razones, deducciones ni evidencias (¿qué tal la ridícula propuesta de la representante María Fernanda Cabal de institucionalizar la cátedra Álvaro Uribe en las escuelas?)

Ahora bien, esto no significa que yo crea innecesario un debate abierto y profundo sobre los vínculos del expresidente con el narcotráfico y las autodefensas. Es vital y deberá hacerse algún día, así como hay otros debates que se fueron quedando entre el tintero y siguen pendientes: Samper y sus financiaciones muy oscuras; Gaviria y su proceso de rendición de los narcos que condujo al esperpento de un Pablo Escobar manejando su negocio y sus crímenes, protegido por el aparato estatal, en su palacio-cárcel de Envigado. Inclusive, el de un presidente que llegó al poder con estado de Alzheimer avanzado y que prácticamente no gobernó en los últimos dos años y en su lugar lo hizo el secretario general de Presidencia.

Pero esos debates no serán posibles en un estado de polarización como el actual; con unos congresistas que se eligen comprando votos con dinero y con puestos, y que por tanto desdeñan totalmente la percepción que tenga el ciudadano sobre ellos, así como el castigo eventual en las siguientes elecciones por sus malos desempeños; con casi un sesenta por ciento de los colombianos divorciados de las urnas y unos partidos que pelean más por repartos burocráticos que por propuestas.

El Congreso está perdido como espacio de circulación de ideas y de control en este país y por eso a Uribe sería más sensato tratarlo con bajo perfil, como otro senador. Desconocerlo un poco puede ser más estratégico, y debatir con él y su grupo cuando se haga necesario por los temas de La Habana y otros más.

Desde hace años, el control político se trasladó a los tribunales, y lo que no hace el ciudadano castigando a sus pésimos legisladores lo hacen, mal que bien, las altas cortes y los jueces. Por eso, en contraste con la persistencia del debate contra Uribe, me parece mucho más audaz, inteligente e inclusive valeroso lo que hizo la representante Angélica Lozano esta semana.

Lozano denunció penal y disciplinariamente al nuevo cacique de Sucre, el representante Yahir Acuña, por posible prevaricato luego de que este, aprovechando que aún no se había escogido mesa directiva y que él es el primero en la lista de los representantes a la Cámara, por la A de su apellido, madrugó y se autonombró presidente de la Comisión de Acusación. En pocos minutos repartió todas las investigaciones que allí cursan. Él mismo se quedó con 400, todas las que tienen que ver con Álvaro Uribe. Acuña en los últimos cuatro años viene llevando los procesos por las chuzadas y la yidispolítica contra el expresidente y es sabido que todo está engavetado. Ahora la intención debe ser la misma.

La mesa directiva, escogida dos horas después, revocó esas decisiones, pero la intención torcida de Acuña, la trampa manifiesta, quedó flotando en el ambiente. Eso es lo que Angélica Lozano pide investigar. ¿Y el resto de congresistas por qué se queda en silencio?

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