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La llamada “Era Digital” venía con gran ímpetu desde 2010. Y esta se ha acelerado con la pandemia (2020) y la difusión de la inteligencia artificial (tipo ChatGPT en 2023). Dicha Era Digital contiene muchas aristas contradictorias y demandantes para todos sus actores: i) las firmas; ii) los reguladores; y iii) la sociedad como un todo (especialmente los educadores), ver Clavijo (2025 “FinTech, FinTernet…” SSRN).
Arrancando con las firmas, estas han tenido que invertir grandes sumas. De una parte, están los desarrolladores para financiar proyectos de gran escala relacionados con escalabilidad del procesamiento informativo. Y, de otra parte, aparecen los encargados de la implementación teniendo que desarrollar inmensas redes de manejo instantáneo de datos, incluyendo a Apple, Microsoft y Amazon, líderes en sus ofertas de datos en la nube. A estas franjas de procesamiento y de implementación digital les ha ido bastante bien en rentabilidad en las dos últimas décadas.
Pero la franja relativa a las “apps” que aterrizan esa Era Digital en “los nuevos negocios” ha tenido un desempeño menos homogéneo y, en varios casos, llevándolos a la quiebra, al no lograr rentabilizar dichas ideas. Así, entender el marco regulatorio y la reacción político-social de quienes ya venían operando en esos sectores resultan ser las claves para visualizar qué tipo de apps y en qué lugares de ese mundo disruptivo digital lograrán ser negocios viables. La experiencia indica que no se trata de evadir el marco regulatorio, sino de generar un adecuado equilibrio entre los intereses de aquellos establecidos (oferta ya existente) y consumidores con mayores exigencias (la demanda en creación de nuevos servicios).
El ídolo de los empresarios disruptivos venía siendo Musk, pues había logrado penetrar: i) el mundo de las comunicaciones con Twitter (¿acaso ya saturado?); ii) el transaccional (PayPal); iii) los carros eléctricos (Tesla); y iv) el transporte espacial (SpaceX). Pero, salvo por este último y gracias a su ventaja tecnológica, la rentabilidad de esos otros proyectos ha dejado de ser extraordinaria. La competencia tecnológica y los subsidios provenientes de China están asediando sus negocios de carros eléctricos y comunicaciones, de allí su alianza político-comercial reciente con Trump y la futura “explotación” a su favor (2025 en adelante).
Y a nivel colectivo el desafío de la inteligencia artificial está llevando a replantearse el papel tradicional de los educadores como expositores de material que hoy se recopila fácilmente, lo cual vuelve obsoleta esa porción educativa. De la misma manera se tiene una seria amenaza sobre la porción profesional que se dedicaba a recopilar datos históricos para armar casos judiciales o dar soporte en decisiones referidas a la salud o en las propias ingenierías.
Es difícil entonces predecir lo que estará pasando en este frente, pues los optimistas mencionan que la inteligencia artificial será un “igualador” entre países desarrollados y los emergentes. Pero esto carece de sustento, pues su acceso requerirá cada vez de mayor potencial tecnológico. Entretanto, los pesimistas continúan explayando el abanico de tareas que pasarán a ser realizadas por la inteligencia artificial “generativa”.
El desarrollo tecnológico digital ha producido recientemente dos elementos que están acelerando su impacto con transversalidad sectorial: el Chat-GPT y el Visión-Pro. La primera reacción global ha sido la de pensar en límites regulatorios al uso de la inteligencia artificial, IA. Goldman Sachs ha concluido que cerca de un 44% de las tareas de compilación-jurídica ahora se podrá realizar acudiendo a la IA.
Esta posibilidad de llegar a dejar cesantes inclusive a profesionales con tareas de proyección, como biólogos o economistas, también preocupa a los gobiernos. Podría ocurrir, por primera vez en la era moderna, que la “creación destructiva” resultante de la tecnología resultara en “suma-negativa” en lo referente a oportunidades de trabajo.
Curiosamente, lucen más protegidas las actividades operativas-físicas asociadas con el mundo de los servicios y el entretenimiento que las “tareas-esenciales” tradicionalmente asociadas con el conocimiento. Acemoglu y Johnson (2023) ya han documentado cómo la remuneración de las tareas de aquellos graduados de bachillerato ha venido cayendo en un 20% real como resultado de esta automatización. Entretanto, la remuneración a los universitarios empieza a tener crecimiento cero-real, salvándose todavía las de aquellos con especializaciones y posgrados.
El gráfico adjunto resume lo que podría ocurrir con el mercado laboral hacia 2041. Las actividades señaladas en rojo enfrentan alta probabilidad de desaparición o sustitución, resultantes de la combinación entre “creatividad” (intelectual o física) y “sociabilidad” de dichas tareas.
No obstante, las conclusiones laborales no deben interpretarse linealmente, pues ello dependerá de una compleja relación entre su relevancia a nivel social y la “destreza” intelectual o física de dichas tareas. Pero es evidente la presión que se tendrá para absorber mano de obra en medio de la robotización del trabajo, así el crecimiento poblacional de Occidente ya esté mostrando una tendencia autocorrectiva hacia crecimiento-cero poblacional.
La humanidad es considerada como el ingrediente esencial en el proceso sistematizado que enseña el libro ‘Véndelo Todo ChatIAndo’
Los profesionales formados en países pobres migran a las naciones más ricas que, están en búsqueda de mano de obra calificada