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Analistas 08/06/2022

Rodolfonomics

Santiago Castro Gómez
Expresidente de Asobancaria

Las campañas políticas tienen un efecto en los mercados que no necesariamente corresponden a lo extenso de sus programas económicos o la talla de su equipo de asesores. Ese efecto es más un sentimiento de confianza que inspiran los candidatos y sus propuestas. Siendo así, no hay duda de que la preferencia de los mercados es Rodolfo Hernández. La bajada del dólar y la subida de la bolsa en los días posteriores a su paso a segunda vuelta así lo confirman. Y no porque su programa económico fuera mejor que el de Fico Gutiérrez, sino por la convicción general de que sus chances de ganarle finalmente a Gustavo Petro son mejores.

Queda claro entonces que lo que más atrae de Rodolfo a los mercados es la no aplicación de las propuestas descabelladas, inaplicables, o ruinosas de Petro. Solo el hecho de prohibir nuevas licencias de exploración de hidrocarburos pone en entredicho el crecimiento a futuro de la economía colombiana y la viabilidad de las finanzas públicas. Si a esto le añadimos el raponazo planeado a la plata de los ahorradores en los Fondos de Pensiones Privados, entendemos mejor porque los adultos mayores prefieren por gran margen al Ingeniero. Ni hablar de la aplicabilidad del empleo garantizado o del programa de compras públicas a pequeñas y medianas empresas. Y hasta aquí no hemos mencionado la reforma tributaria de $50 billones, más del triple de cualquiera que se haya intentado hasta ahora. Todo esto precisamente es lo que los inversionistas locales y extranjeros temen y rechazan.

Ahora bien, no quiere decir esto que el programa económico de Rodolfo Hernández esté muy bien planteado o exento de vacíos. Todos queremos acabar con la corrupción de una vez por todas, pero lamentablemente, en términos fiscales, no hay un rubro en el presupuesto denominado corrupción, el cual uno pueda eliminar o trasladar a gasto social o infraestructura. Más que un gran ahorro fiscal a presente, eliminar la corrupción lo que significa es que la gestión del estado se vuelve mas eficiente, sus funcionarios mas probos y operativos, y las obras cumplen especificaciones y duran más. Todo esto incentiva la inversión y se empiezan a generar ingresos a futuro, fruto del crecimiento y la mayor tributación. Pero el tema es a mediano plazo.

Si vamos a su propuesta de transformar el IVA del 19% a un impuesto al consumo del 10%, excluyendo canasta básica, nos encontramos con muchos interrogantes. ¿Es un impuesto al consumo solo a la venta final o podríamos esperar una cascada en toda la cadena que podría encarecer significativamente los precios? Tendríamos que ver también la sostenibilidad de su propuesta de entregar una renta básica de $1 millón a los más pobres. ¿Cuál es el corte? ¿Como se financia?

Pero todas estas preocupaciones parecen menores frente a las propuestas de su contendor. El Ingeniero es un hombre de empresa que al final conoce de balances, y estados de perdidas y ganancias. Ha hablado de buscar una “triada” de gobierno, academia, y sector privado, para asesorar y guiar la acción de su gobierno. Algo que es anatema a una persona como Petro, que primero “se las sabe todas” y segundo, ha demostrado en el pasado ser ensimismado y aislado en sus opiniones y decisiones. Peligrosa combinación. Por eso, la confianza de los mercados está basada en que el Pacto Histórico no llegue a implementar un programa que asegura estancamiento y pobreza para el país. Lo demás es tema de discusión y adaptación, pero perdura la esperanza de crecimiento e inversión.

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