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Analistas 09/05/2023

Se trataba de ficción

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit
LUIS-FERNANDO-VARGAS

En nuestro entorno suceden cada vez más cosas que fueron anunciadas desde la ficción. Cuando décadas atrás se reprodujeron algunas películas y cortometrajes en las que aparecían escenas mostrando cómo las personas se comunicaban a través de unos dispositivos que les permitían verse por pequeñas pantallas, simplemente se trataba de unas escenas tan inverosímiles que resultaba difícil pensar en lograrlo en el futuro.

Igual sucedió cuando se produjeron episodios en los que un auto hablaba con su conductor. Se trataba claramente de asuntos relativos a la ciencia ficción y muchos hacían bromas al imaginarse que tales eventos pudieran suceder a futuro.

Hoy, cuando los seres humanos asumimos como cotidiano vernos en las pantallas de los teléfonos celulares, sin importar el lugar del mundo en el que nos encontremos, y que hablamos todo el tiempo con nuestros autos (y diversos dispositivos), afloran nuevas inquietudes frente a lo que deparará el futuro de las máquinas que fueron tan lejanas, frías y eventualmente torpes y lentas.

Entre los primeros computadores utilizados hace unos cincuenta años y los procesadores del presente no existe semejanza. Ahora, por tanto, se está ante una nueva era, la de las máquinas que impondrán sus condiciones.

La renuncia del “padre del aprendizaje profundo”, Geoffrey Hinton, a su cargo en Google, es síntoma de que se ha entrado a un terreno sin retorno en el que existe un gran riesgo de que la artificialidad tome ventaja sobre sus creadores, tal como aconteció en algunos otros filmes en los que los robots batallaron llevándose por delante los pocos vestigios de humanidad que intentó sobrevivir al holocausto.

Hinton anticipó que, a pesar de que en la actualidad no es cierto que las máquinas sean tan inteligentes y capaces como lo más brillantes seres humanos, es cuestión de un par de años para que eso deje de ser así. Claramente, ese tipo de mensajes impactan cuando llegan de un científico con sus credenciales.

La racionalidad, aunada a la ambición humana de ir siempre más allá, empieza a mostrar caminos riesgosos en muchos sentidos. Hoy, por ejemplo, los estudiantes en las universidades intentan que ChatGTP elabore sus tareas y construya juicios por ellos. No entendieron que una aplicación de esta naturaleza es un complemento genial para los procesos cognitivos del ser humano.

Contrario a ello han deseado que los reemplace en su ejercicio de pensar. Hasta la tarea más tonta la están llevando al aplicativo con el objeto de evitar leer y pensar en posibles respuestas ante los ejercicios que trazan sus profesores. Por supuesto es menester discriminar, en tanto una generalización luce injusta con los estudiantes íntegros que aún quedan en las aulas.

En otros campos de la acción humana, bien sea en el ámbito académico, laboral o de las interacciones sociales, los avances en la Inteligencia Artificial (IA) están amenazando la misma existencia del individuo. En términos de Hinton, al ser humano le corresponde ocupar su posición dominante en materia de racionalidad y medir con cautela las acciones en los próximos años para evitar que eso se dé.

Aunque sea claro que muchas actividades y profesiones se modificarán, en tanto otras desaparecerán, lo que corresponde ahora es premiar el correcto uso de la IA y castigar su abuso; quizá eso ayude a evitar que, en medio de una posible guerra de las máquinas, a algunos se les ocurra volver a plantear el mismo veredicto: ¡cómo es esto posible si se trataba de ficción!

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