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En la cúspide de su fama, el físico cuántico Edwin Shcrödinger publicó en 1944 un libro titulado: ¿Qué es la vida? Declaró que un gen es una macromolécula de proteína en la que los átomos tienen su función propia haciendo que el cromosoma sea un mensaje codificado.
Pero Linus Pauling, quien había cambiado el panorama de la ciencia en 1939 con la publicación de “La Naturaleza del Enlace Químico”, no se dejó descrestar, ya que su trabajo en cristalografía sugería otra idea de gen. Estaba desarrollando una geometría molecular basada en enlaces de hidrógeno para predecir estructuras proteicas helicoidales, a partir de experimentos con rayos X.
Presentó estos avances en una conferencia en 1946 a la que asistió un físico militar que venía de construir bombas submarinas magneto-acústicas. Francis Crick había hecho clic entre esa propuesta y las de Shcrödinger y Pauling, decidiendo unirse al laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge -donde trabajó en bioquímica y entabló una pugna intelectual con Ludwig Wittgenstein-.
En el King College de Londres Maurice Wilkins contrató a la joven Rosalind Franklin experta en difracción de rayos X para analizar el núcleo celular. En 1951 Rosalind presentó sus avances en un seminario, al que asistió un zoólogo genetista también admirador de Shcrödinger y Pauling. James Watson invitó a Rosalind a cenar después del seminario, y luego de que Wilkins le mostrara la famosa fotografía 51 tomada por Rosalind -sin su permiso- tuvo su eureka.
A finales de 1952 Watson y Crick leyeron un manuscrito inédito de Linus Pauling, compartido por su hijo Peter, quien estaba estudiando química en Cambridge. Advirtieron errores en la ubicación de los grupos fosfato y problemas de estabilidad estructural en su modelo del ADN basado en una triple hélice. La evidencia de Rosalind no apoyaba este modelo, sino uno de doble hélice como estructura geométrica de ordenamiento del ácido desoxirribonucleico (ADN).
Escribieron un breve artículo publicado en Nature en 1953 proponiendo una estructura helicoidal de azúcar y fosfato que unía químicamente cuatro aminoácidos: adenina, guanina, timina y citosina, explicando como el ADN transmite la información genética, lo que les valió el Nobel por uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX. Hoy, la historia de la ciencia reconoce a Rosalind Franklin como la madre la estructura del ADN.
La biotecnología moderna fundada en la biología molecular y la ingeniería genética es producto de la recombinación de conocimientos fundamentados en la física cuántica y la química de la electronegatividad atómica que permitieron explorar la naturaleza del núcleo celular.
Cuando la física, la química y la genética parecían llegar a sus fronteras, su convergencia permitió revolucionar el conocimiento. Es así como en el marco conceptual de la I Misión de Ciencia y Tecnología y con el impulso de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia, AvanCiencia, se concibieron programas nacionales de investigación, no centrados en disciplinas, sino en ámbitos en los que convergen diversas disciplinas y actores.
Fue así como la Ley 29 de 1990 y el Decreto 585 de 1991 organizaron un Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación por programas -como el de biotecnología- gravitando sobre grupos de investigación, definidos como la unidad organizacional básica de una nueva política, pionera en América Latina.
En los programas nacionales se coordinó el trabajo de ministerios y agencias del Estado con empresas, organizaciones civiles y grupos de múltiples campos de la ciencia creando una época dorada en Colombia.
Con estas cuatro entregas he querido soportar con casos ejemplares de la historia de la ciencia y la tecnología la importancia de un sistema fundamentado en la relación intrínseca entre educación superior e investigación. El 90% de la investigación científica se produce en las universidades y las capacidades se incuban en la interacción entre profesores que investigan con estudiantes que aprenden a pensar de forma científica.
Los profesionales y técnicos formados desde la curiosidad y el rigor de pensamiento para definir y resolver problemas, de encontrar pruebas y elaborar argumentos son quienes llegan a las empresas, entidades del Estado y demás organizaciones sociales a crear valor.
También son los encargados del emprendimiento de base tecnológica y de dinamizar las relaciones entre la academia y las diversas organizaciones para trabajar conjuntamente en innovar formas de crear valor para el bienestar y la calidad de vida con responsabilidad intergeneracional.
Un Colciencias técnico, que dinamizó la investigación universitaria para luego introducirla en programas nacionales de investigación con capacidades para innovar no puede ser una lección perdida, sino fuente de inspiración para un nuevo sistema de ciencia y educación superior.
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