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Analistas 03/05/2023

Revolución de luchadores

Camilo Guzmán
Director ejecutivo de Libertank
Camilo Guzman

Hace unos días, dicté una conferencia a jóvenes en la Universidad de Caldas y les propuse un sueño: que Colombia alcance un PIB per cápita de US$25.000 antes de 2040. Ante la sorpresa de los asistentes, pregunté qué necesitamos para lograrlo y obtuve un abrumador silencio. A pesar de la reacción decidí seguir con mi propuesta.

Necesitamos un gran cambio de cosmovisión, dije. Todos reflejaban en la cara confusión. Necesitamos cambiar la forma como los colombianos estamos viendo el mundo, la manera como observamos el comportamiento humano y sobre todo es urgente transformar nuestros comportamientos. Hablar de esto es largo y profundo y requiere más que el espacio que tengo en esta columna, pero voy a aprovechar este espacio para hacerle la misma propuesta a usted.

Seguramente, mientras lee esto la ansiedad que produce la incertidumbre política y económica de nuestro país se apodera de su cuerpo, su teléfono debe estar lleno de mensajes en grupos de WhatsApp alertando sobre una nueva barbaridad que dijo el Presidente o algún otro miembro del Gobierno. También debe tener mensajes de políticos que le exigen hacer más. No se deje confundir que esta es una estrategia para eximir su responsabilidad en la crisis.

El problema que enfrentamos hoy en Colombia no es únicamente un tema político electoral ni se soluciona solo ganando elecciones. Los resultados electorales y la ideología que nos gobierna actualmente son solo síntomas de algo más grande: la forma en que pensamos los colombianos. Hoy, nuestra sociedad ve como héroe a quien no se hace responsable de su vida, busca culpables en lugar de soluciones y siempre espera la mano salvadora del Estado. Nuestro “campeón” quiere disfrutar de la vida mientras otro pague, y su mayor mérito es ponerse un disfraz de víctima. Por otro lado, el villano es aquel que se levanta a diario para ser la mejor versión de sí mismo, construir libremente su proyecto de vida y, por supuesto, hacerse responsable de ella.

Este luchador solo pide que lo dejen trabajar, construir y aportar. Producto de su esfuerzo y trabajo duro, este luchador se diferencia del resto, desarrolla habilidades y talentos que lo destacan, y la sociedad lo recompensa. Sin embargo, cuando empieza a ser recompensado, aquel que lleva el disfraz de víctima hará todo lo posible para destruirlo. Esta es la historia de nuestra cosmovisión, y parece estar incrustada en nuestro ADN. Piense en el empresario que busca desesperadamente eliminar la competencia con un arancel o dándole una posición dominante en el mercado, en el vago de la cuadra que raya el carro nuevo del luchador que logró comprarlo, en el que renuncia a su trabajo porque con los subsidios sumados de su hogar le alcanza, el que lleva casi una década terminando su pregrado en una universidad pública o el que grita “ricos hijue***”.

Colombia solo logrará alcanzar un PIB per cápita superior a US$25.000 cuando cambiemos de mentalidad. Cuando el héroe de nuestra cosmovisión sea el luchador y este se convierta en el referente que todos aspiren a emular, en lugar del villano que deseen destruir.

Trabajemos juntos para transformar la forma en que los colombianos vemos el mundo. No será un proceso fácil, rápido ni económico, pero es el único camino para dejar a Colombia en mejores condiciones de las que la encontramos. Impulsemos una revolución de luchadores.

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