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Analistas 24/11/2018

Fracking o no fracking

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

La economía colombiana ha estado al vaivén del comportamiento de los precios del petróleo. De este podemos decir que es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo y como veremos sí que lo necesitamos. Así como durante el largo ciclo de precios altos del crudo (2003 - 2014) la economía creció incluso por encima de su potencial (4,5%), cuando vino la destorcida de los precios la economía se desaceleró, al punto que el año pasado tuvo un crecimiento del PIB de un anémico 1,8% .

Lo mismo ocurrió con la renta petrolera y las regalías que perciben las regiones: después de recibir en 2013 $23,6 billones, en 2016 se redujo hasta los $3,3 billones y el año pasado tuvo un ligero repunte hasta los $6,5 billones. Y, en cuanto a las regalías, estas pasaron de los $17,7 billones en el bienio 2013 - 2014 a los $11,7 billones en el bienio 2017 - 2018. Por su parte, las exportaciones cayeron 61% entre 2014 y 2017, al bajar de los US$57.900 millones a los US$35.600 millones.

El Presupuesto aprobado para la vigencia de 2019 por un monto de $258,9 billones está sustentado en la proyección de ingresos al fisco el próximo año, en donde el sector de los hidrocarburos está llamado a contribuir sustancialmente, sobre todo ahora que los precios del crudo están al alza. Según el Plan financiero de 2018, se espera que para este año la producción de petróleo sea del orden de los 844.000 barriles/día en promedio y para el año entrante de 872.000 barriles/día. Pero, para que esta expectativa se cumpla y se pueda sostener hacia el futuro, es menester detener la caída de las reservas probadas con las que se cuenta.

En este sentido, la perspectiva es incierta, dada la descolgada de las reservas de petróleo, al punto que los 1.882 millones de barriles solo garantizan el autoabastecimiento a lo sumo hasta 2024. El fantasma de la importación de crudos nos está rondando y la única manera de espantarlo es incorporando más barriles a las reservas. Y para ello los yacimientos no convencionales, con un potencial entre 2.400 y 7.400 millones de barriles, son una posibilidad, pero para su desarrollo se requiere la tecnología del fracking,

Empero el futuro de la economía colombiana no solo está amenazado por la caída de las reservas, sino porque la perspectiva del mercado del petróleo es sombría por los cambios estructurales que se están dando en el mundo. De acuerdo con un estudio reciente del FMI, el consumo de petróleo crecerá en los próximos años a un ritmo del 50% del ritmo de crecimiento del PIB global y estima que hacia el año 2040 el precio del petróleo se estabilizará alrededor de los US$15 el barril.

Por ello el país tiene que comprometerse seriamente en una estrategia diversificadora de la economía de largo aliento para depender menos del petróleo, pero mientras tanto tenemos que decir que es mejor tener petróleo y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo, porque peor que depender del petróleo sería depender de las importaciones de crudo para cargar nuestras refinerías.

El solo anuncio de la posible utilización en el país del fracking y la aprensión frente a la misma ha despertado una gran controversia. Se alega por parte de quienes se oponen que la utilización de esta tecnología entraña riesgos, los cuales ha llevado a algunos países a prohibirla en sus territorios. Al respecto tenemos que decir que los pocos países en donde se ha prohibido son la excepción y no la regla. Los EE.UU., según AIE, se convirtió súbitamente en el mayor productor de petróleo del mundo con 10.680.000 barriles/día. El Estado de Texas produce 2,5 millones de barriles al día, el doble de lo que produce actualmente Venezuela. Y todo ello, gracias al fracking.

Con tal fin el país viene dando los pasos conducentes desde hace ocho años, mediante la gestión de conocimiento, a partir de la experiencia de otros países y se ha establecido la normatividad técnica, operativa y ambiental, a la cual se deberán ceñir las empresas que utilicen esta tecnología, empezando por Ecopetrol. Tales disposiciones propenden por la utilización de las mejores prácticas, con los más altos y exigentes estándares.

Este debate, además de desapasionado, debe ser transparente por todas las partes contendientes, en el entendido que nadie tiene la verdad revelada. Más bien, atengámonos a la sentencia del pensador Karl Popper: “yo puedo estar equivocado, tú puedes estar en lo cierto y, haciendo un esfuerzo, juntos podemos acercarnos un poco más a la verdad (verdadera)”. La academia y los académicos, la ciencia y los científicos, están llamados a contribuir al esclarecimiento sobre el cómo, el cuándo y en dónde se puede utilizar la técnica del fracking sin comprometer el desarrollo sostenible. Ello es tanto más cierto, habida cuenta que este es un debate eminentemente técnico, sin perjuicio de contemplar otras aristas del mismo, tales como el social, el político y el ambiental.

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