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Analistas 03/10/2020

El dilema de las redes sociales

Adriana Gutiérrez Ramírez
Gerente de Bloom Ecoworking
Adriana-Gutiérrez-Ramírez

Un documental que se ha vuelto tema de conversación, reflexión y debate en los últimos días especialmente. Hoy, en “la nueva normalidad”, estamos más expuestos al internet y a la gran cantidad de plataformas tecnológicas en las que cada una de nuestras acciones están siendo monitorizadas. Lo que allí se revela no es algo nuevo para muchos, pero escucharlo directamente de los creadores de estos sitios es algo realmente desafiante, no solo para los menores sino también para quienes los cuidamos.

Quienes nos dedicamos al marketing sabemos que la manipulación del comportamiento que puede darse a través de estos medios, no es un secreto. Desde el marketing sostenible, tenemos la misión de disminuir su impacto negativo y usar las herramientas que estos canales nos ofrecen de manera honesta y respetuosa.

Nuestro mayor reto está en acabar con la desinformación, los insultos, el robo de datos, noticias falsas, entre otros, que se han venido dando, así como a un uso consciente de estos canales que de manera irresponsable subastan nuestro tiempo y por supuesto el de nuestros hijos. Formar y mantener mercados sostenibles representa una tarea ética para combatir la insostenibilidad social.

Necesitamos con urgencia una generación de mercadólogos que se conviertan en la consciencia de la tecnología, para ser el próximo Silicon Valley de América Latina como desean; el llamado es a hacerlo desde los valores y una mirada altamente sostenible. La economía circular nos invita a cuidar el medio ambiente, pero a su vez a cuidar al ser humano y su integridad, y en esto la tecnología y por supuesto las plataformas de las redes sociales tienen mucho que ver.

Quienes ya vieron este documental, que en realidad es una gran revelación de una industria insostenible desde el punto de vista social, se habrán podido dar cuenta de que estamos frente a un “capitalismo vigilante”, en el que el producto somos nosotros: las personas. Allí, las plataformas venden a los anunciantes “certeza” sobre nuestros comportamientos y para ello necesitan de toda nuestra atención; mientras más horas pasamos en la pantalla navegando en sus espacios, más bombardean nuestro inconsciente con sus anuncios.

Nos manipulan con likes, emoticones, notificaciones, etc para alcanzar sus metas. Somos para ellos el mercado del futuro, en el que se comercia con humanos, y eso les genera mucho dinero. Es algo que no solo debemos entender como consumidores y padres de familia sino también como empresarios, y como anunciantes, para quienes nunca había sido tan llamativo el poder encontrar canales de difusión en los que se pudiera alcanzar metas de atención y tiempo del usuario, con tasas de conversión tan eficientes y representativas.

Pero cuando se está jugando en el terreno de lo sostenible vale la pena recordar que no sólo se impacta en el medio ambiente; lo social y lo económico hacen parte de esa triada que plantea la economía circular, y mal haría una organización al no estimar el alcance social de los canales tecnológicos. Un uso consciente es lo más conveniente, pues estamos ante un dilema que nos permite ser tan sostenibles e insostenibles como queramos.

En manos de los empresarios está hacer de estas herramientas con verdadera responsabilidad social, sin apropiarse de la debilidad humana para guiar sus comportamientos. No caigamos en la dinámica de erosionar las fibras de la sociedad. Vivimos en un mundo digital sin las debidas regulaciones por parte de los gobiernos, y ante ese enorme abismo, debemos dar un salto de honestidad. Eso también es sostenibilidad.

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