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EDITORIAL

La semana de la subida de la tasa por el Emisor

lunes, 24 de enero de 2022

Se da por descontado que los codirectores del Banco de la República suban la tasa de interés como lo vienen haciendo para tratar de atajar la inflación desbordada hace meses

Editorial

En la práctica, esta será la última semana de enero y las presiones inflacionarias no cesan, convirtiéndose la variación abrupta de precios en uno de los grandes dolores de cabeza para la economía de este año. Todos los bancos centrales están trabajando, cada uno de acuerdo con las características propias de sus países, en fórmulas para atajar la subida de precios, un fenómeno global que tiene que ver con el rebote del crecimiento de la economía, la demanda aplazada y los traumatismo en el sistema global de suministros. En economías emergentes como la colombiana, se suma la devaluación de la moneda como elemento inflacionario, máxime cuando los altos precios de los combustibles vistos durante las dos últimas semanas no bajan el dólar, tal como hubiese sucedido en anteriores situaciones. El problema de una inflación globalizada es que los emisores copian las mismas acciones de intervención de los mercados, sin tener en cuenta que ahora hay elementos exclusivos. El Banco de la República ha subido las tasas de interés en los últimos cuatro meses en 125 puntos básicos, como un acto reflejo de lo que hace la Reserva Federal, el Banco Central Europeo o sus homólogos de Chile, Perú o México. No hay otras herramientas novedosas distintas a elevar el costo del dinero con graves perjuicios para la financiación de las personas y las empresas. Está demostrado que países con incertidumbre política y económica (sin grado de inversión) no pueden aflojar su dinámica ni generar los empleos que vienen instalando en los distintos sectores y saber que esta variación de precios no es transitoria, como se decía, sino más duradera. Atajar la inflación con tasas altas puede llevar a un fenómeno de estanflación dado por la aceleración de la inflación, altas tasas de desempleo, poco crecimiento producto de dinero caro y una larga incertidumbre. Los codirectores del Banco de la República y el Ministerio de Hacienda (que preside la junta), no pueden ser actores pasivos, solo conformarse a ver pasar los sucesos, deben intervenir con otras herramientas, aplicar tiempos de acción y no actuar de manera refleja. Una tasa de interés de más de 3% con una inflación de 6% no pintan un buen panorama para un año en el que se pronostica crecer más de 4%. Si la inflación proyectada por el mismo Emisor para este año es de 3,76%, las tasas no se pueden subir casi a la par con esa cifra, más aún, es impensable que al final del año esté cerca de 5,75%, tal como lo dice la banca especializada, en un año en el que están depositadas las esperanzas de bajar de cuatro millones de personas los desempleados en Colombia. Es casi cultural que las tasas altas del Banco Central se trasladen inmediatamente a los cuenta habientes, mientras que las reducciones sean mucho más lentas y los financieros del sistema prefieran invertir recursos baratos que trasladarlos a los consumidores. Las tasas altas como herramienta para bajar la inflación en un país como Colombia no son el camino adecuado, máxime ahora que se necesita consolidar el crecimiento económico y brindarle a las personas mayores posibilidades de consumo y a las empresas mejores alternativas de financiación para desarrollar nuevos proyectos. Los tiempos han cambiado, pero el Banco sigue aferrado a las mismas acciones de siempre sin aportarle mucho a la modernidad.

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