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EDITORIAL LR

Hay que poner indicadores y medir la inclusión

lunes, 8 de marzo de 2021

Es un hecho ineludible que el país debe trabajar mucho más para cerrar la brecha existente de género en educación, empleo, salarios, gobernanza pública y desarrollo

Editorial

Colombia debe tomarse más en serio el tema de la inclusión femenina, no solo mostrar a regañadientes que hay algunas mujeres para mostrar que ocupan ciertos cargos de relevancia en el sector productivo y los gobiernos, sino desarrollar verdaderas políticas públicas a largo plazo encaminadas a que más mujeres accedan a la educación, a mejores empleos, bien remunerados, a todo el marco de la gobernanza pública y el mismo desarrollo individual. El imperativo se desprende después de conocer los datos de la Ocde que muestran al país como una de las economías, entre las 40 que conforman el club de las buenas prácticas, que presenta indicadores de inclusión aún por mejorar. En muchos sectores de la economía y en las regiones, las mujeres aún ganan menores salarios que los hombres, una brecha que ha sido difícil de desmontar y que en los últimos años incluso se le tildó de fake news. Dice la Ocde que la brecha entre hombres y mujeres en promedios salariales en Colombia es de 5% o menos, al lado de Dinamarca, noticia que puede desatar júbilo, pero concluye que la razón en nuestro país se debe a que la tasa de ocupación es muy baja: 48,9% en comparación con 73,4% de los hombres, una brecha laboral que es la segunda más alta entre las economías estudiadas. Otro dato preocupante es el que manifiesta que las pocas mujeres que acceden al mercado laboral son las mejor educadas: “dado que muchas quedan fuera del mercado formal, aquellas que ocupan puestos de trabajo importantes tienen a ser las que cuentan con mayor nivel educativo y por consiguiente un salario más elevado (...) Esto reduce la brecha salarial sencillamente porque no se cuenta a muchas mujeres que no tienen acceso al mercado laboral o que se desempeñan en un empleo informal muy mal remunerado”. Un hallazgo que debe hacer pensar a los diseñadores de políticas públicas y a la alta gerencia de las empresas, que no todo está en que unas pocas accedan a presidencias, gerencias o cargos directivos, sino que el verdadero trabajo está en la base de la pirámide social en donde no hay mucha visibilización femenina.

La escasa inclusión de las mujeres en el mercado laboral formal puede haber retrocedido más en el país durante la larga pandemia, pues es innegable que muchas tuvieron que renunciar a sus trabajos formales para quedarse con las labores del hogar. En el universo Ocde se ve un avance enorme: “en los tres últimos años, la proporción de puestos ocupados por mujeres en los consejos directivos de las empresas aumentó en las empresas que cotizan en las bolsas de valores”, pero esos datos se concentran en los países desarrollados y no son tan evidentes en los mercados emergentes en los que es evidente que la hegemonía masculina se impone.

Las leyes de cuotas ayudan a que más mujeres accedan a cargos públicos importantes, pero a su vez esta medida se convierte en un techo o tope a las aspiraciones de cualquier persona. ¿Por qué no pensar en dinamizar el acceso y la mayor participación y no conformarse con unas simples cuotas? Toda una tarea nacional a la que hay que ponerle indicadores para evaluar su desarrollo, pero el verdadero concurso público debe focalizarse en las oportunidades de las mujeres con menor acceso a la educación, salud y vivienda en la base de la población en donde el país está mucho más estancado.

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