El precio del arroz no se arregla con paros

Los arroceros han amenazado con irse nuevamente a paro por los bajos precios que reciben de su cereal, al tiempo que se quejan por los incumplimientos del Gobierno Nacional, que al comienzo del año se comprometió en solucionarles un problema estructural de competitividad que tiene que ver con el modelo de negocio entre los agricultores, las crecientes importaciones, y por supuesto, el contrabando.

Lo cierto es que hay mucho arroz en el mercado, la dieta de los colombianos ha ido cambiando y las inversiones para cultivar una hectárea del cereal están por las nubes, dado el costo de la mano de obra y los fertilizantes importados.

Es entendible que algunos de los arroceros decidan irse a las vías de hecho para exigir que su producido tenga un precio por decreto gubernamental y no el que dicta el mercado; incluso, muchos arroceros caen siempre en argumentar la seguridad alimentaria como mecanismo de presión para pedir más subsidios.

El arroz es uno de los pocos grandes cultivos nacionales que durante muchas décadas no ha trabajado en serio para llevar su grano a mercados internacionales, sino que ha decidido -cada vez que hay sobreproducción- acudir a subsidios o a reclamar protección.

La respuesta a la situación de los arroceros, acosados por los bajos precios, es llevar su producido a otros mercados; es inconcebible que en algunos países vecinos, como Ecuador, el camino a la producción local sean las exportaciones, no las exigencias a más dinero de las arcas nacionales.

Colombia tiene varias regiones arroceras altamente productivas con asimetrías muy distintas y enfoques de producción autónomos o individuales, situación por la cual se presentan estos problemas de desincronización con los mercados.

Caer en paros, huelgas y protestas contra el Gobierno Nacional, no es el camino porque realmente afectan a los demás colombianos; es un error craso de cara a la solución de los problemas estructurales perjudicar a los consumidores; si hay asuntos dorsales de competitividad, de falta de comunicación entre las regiones arroceras, lo que obedece a problemas gremiales; el resto de los consumidores no pueden solucionar asuntos de producción internos.

No se puede perder de vista que el problema principal es que Colombia experimenta alto crecimiento de la oferta frente a la demanda (mucho arroz y pocos comensales), lo cual se hace evidente en tiendas de descuento y supermercados en donde el consumidor se beneficia pero se afecta al productor.

A comienzo del año, los inventarios totales de arroz seco era de millón de toneladas, una situación que no se presentaba desde finales de 2021, y ni el sector en general ni el mismo gremio ha logrado sortear una situación que nuevamente amenaza con parar los departamentos productores.

Son los mismos arroceros quienes deben ordenar su sector, ponerse de acuerdo, exportar y usar los mecanismos de mercado para que la libra de arroz no caiga, pero no deben trasladarle un problema interno a una rapiña por subsidios. Colombia debe tener el arroz que necesitan sus consumidores y el sobrante debe irse a otros países.

El consumo per cápita de arroz en Colombia es el mismo desde hace varios años, unos 46 kilos, una cifra baja y con tendencia a disminuir si se compara con otros países, lo que hace evidente que la solución no es hacer huelga para poner precios por decreto.