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En febrero de 2005, Steve Jobs, por entonces presidente ejecutivo de Apple, le dio un ultimátum al ingeniero de software Greg Christie. El equipo de Christie llevaba meses intentando definir el software de lo que sería el iPhone y cómo interactuarían sus elementos cuando Jobs le dijo que tenían dos semanas para hacerlo o asignaría el proyecto a otro grupo. «Steve estaba perdiendo la paciencia», recuerda Christie, que hace unos días anunció que deja la compañía. «Quería las mejores ideas y los mejores conceptos», añade.
El equipo de Christie diseñó varias de las funciones del iPhone, como deslizar el dedo para desbloquearlo, hacer llamadas desde la lista de contactos y reproducir música con controles táctiles. El iPhone sustituyó el teclado por aquel entonces común en los últimos modelos de móviles por una pantalla que cubría toda la superficie del dispositivo, y ofrecía un software más parecido a los programas de un ordenador.
Litigio por patentes
Hasta hace pocas semanas, Christie nunca había hablado en público sobre los inicios del desarrollo del iPhone, pero Apple permitió que lo hiciera de cara al último juicio sobre vulneración de patentes contra Samsung para subrayar un elemento clave de su defensa: hasta qué punto era innovador el iPhone lanzado en 2007. Desde aquella fecha, Apple ha vendido más de 470 millones de iPhone.
El teléfono se encuentra ahora en el centro de la disputa sobre patentes que mantienen Apple y Samsung, los mayores y más rentables fabricantes de smartphones. El gigante de Silicon Valley asegura que Samsung copió sus diseños y características de software, mientras que la firma surcoreana argumenta que muchas de las innovaciones del iPhone y el iPad no son exclusivas de Apple. En otro juicio de patentes, un tribunal de California falló a favor de Apple, imponiendo una multa a Samsung de US$930 millones, sanción que Samsung ha apelado.
Las empresas siguen litigando en los tribunales. Apple afirma que Samsung ha infringido cinco patentes más, incluida la función de «deslizar para desbloquear», cuya creación atribuye a Christie. Por su parte, Samsung acusa a Apple de vulnerar dos de sus patentes. La indemnización podría ser mayor que la dictada en el juicio anterior, porque este caso cubre funciones en modelos de teléfonos más recientes que se vendieron en mayor volumen.
Inicios
A finales de 2004, Christie, que se había incorporado a Apple en 1996, estaba trabajando en un programa para los ordenadores Macintosh cuando Scott Forstall, miembro del equipo de software de la empresa, entró en su despacho y le preguntó si quería participar en un proyecto secreto llamado «purple» (morado). El equipo diseñaría un teléfono operado por una pantalla táctil y con un reproductor de música integrado.
Para entonces, Jobs ya había conseguido dar un impulso a Apple, apostando por productos como el iPod. Greg Joswiak, vicepresidente a cargo del iPhone, controlaba los modelos que sacaban otros fabricantes de teléfonos por si aparecía un dispositivo que integrara un reproductor de música que supusiera una amenaza para el iPod.
El equipo de Christie se centró en los detalles. Cuenta que su equipo «se volvió loco» para intentar cambiar los mensajes de texto de una lista de mensajes individuales a una serie de conversaciones similar a los chats de un ordenador. Asegura también que su equipo era «demasiado pequeño».
Durante varios meses, Christie hizo presentaciones bimensuales a Jobs en una sala de reuniones sin ventanas en la sede de Apple en Cupertino, California. Sólo un puñado de empleados tenía acceso a esa sala y el personal de limpieza tenía prohibida su entrada. El día después de que el equipo de Christie finalmente logró impresionar a Jobs con su visión del software para el iPhone, tuvo que repetir la presentación ante Bill Campbell, director de Apple y una persona de la confianza de Jobs. Christie recuerda que Campbell dijo que el teléfono sería mejor que el Mac original.
Secretismo
Unos días después, Jobs convocó al equipo para una tercera presentación, esta vez para Jony Ive, el jefe de diseño de Apple. El equipo de Ive estaba diseñando la pantalla. «Tenía curiosidad por ver cómo íbamos a hacer el truco mágico de manipular el software», recuerda Christie. Con cada presentación, Jobs se fue identificando más con el dispositivo. «Su emoción no tenía límites», recuerda Christie. Tampoco su obsesión por mantener el proyecto en secreto. Jobs ordenó a los empleados que trabajaban en el proyecto en casa que usaran un ordenador en una habitación separada para evitar que alguien viera los detalles.
La luz verde a principios de 2005 fue el principio de lo que Christie llama «un maratón de dos años y medio». Unos días antes de la presentación de Jobs, Christie entró al auditorio donde se llevaría a cabo el evento. Lo que vio fue una imagen gigante de la pantalla de inicio del iPhone proyectada en la pantalla en un cuarto oscuro. En ese momento, se dio cuenta de lo importante que sería el teléfono.
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