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Analistas 16/05/2019

De Nuevo, Argentina

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

La actualidad argentina vuelve a ser motivo de preocupación internacional. El Gobierno del presidente Mauricio Macri está concluyendo en circunstancias poco halagadoras. La economía está en recesión. La inflación es la segunda más alta de la región. El riesgo país, del orden de 1000 puntos básicos, equivale al cierre de los mercados financieros internacionales para los instrumentos de deuda argentinos. La devaluación del peso contribuye a exacerbar la inflación, y ésta, a su turno, estimula la devaluación. A pesar del apoyo masivo por parte del Fondo Monetario Internacional, y de medidas monetarias drásticas, no ha sido posible lograr que los argentinos ahorren en su propia moneda y que tengan confianza en el manejo económico gubernamental.

El descontento con esta situación se traduce en incertidumbre acerca de las perspectivas electorales del presidente Macri el próximo mes de octubre. Las encuestas de intención de voto sugieren que no sería improbable un eventual triunfo electoral de Cristina Kirchner. El temor de los inversionistas a esa eventualidad acentúa la salida de capitales y el debilitamiento del peso.

Al mismo tiempo, el protagonismo político de Cristina Kirchner revive el recuerdo de los abusos de su Gobierno y pone de presente sus vínculos con el régimen bolivariano. La crisis venezolana se ha convertido en un tema relevante de política interna en Argentina. El presidente Macri comparte la posición de los países del Grupo de Lima de rechazo al régimen de Nicolás Maduro y el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Cristina Kirchner, en cambio, está identificada con el legado del Socialismo del Siglo XXI.

A la nostalgia por el populismo autoritario de los esposos Kirchner se contrapone el temor a que la Argentina termine como Venezuela.

Dicho esto, buena parte de la responsabilidad por el descontento económico y social es atribuible al Gobierno. Si bien es cierto que Macri recibió una herencia maldita, su desempeño durante estos tres años deja bastante que desear. Al tener que enfrentar los desequilibrios macroeconómicos y las distorsiones de precios que recibieron, los asesores de Macri recomendaron la estrategia política de evitar el ajuste necesario, confiando en que éste podría hacerse a un ritmo excesivamente lento. Adicionalmente, la dirección de la política económica se distribuyó entre varios funcionarios, lo cual produjo confusión, fricciones y falta de coherencia.

Estos errores tuvieron varias consecuencias. La demora en reducir el cuantioso déficit fiscal heredado hizo necesario acudir al endeudamiento externo para financiar gastos de funcionamiento. El beneplácito internacional con el cual fue recibido el Gobierno de Macri le facilitó el acceso al crédito externo, por un tiempo. Ese esquema resultó ser insostenible. La dispersión de responsabilidades en el manejo de la política económca ha producido medidas erráticas y ha conducido a tener tres gobernadores del Banco Central desde 2017.

A pesar de estos tropiezos, Macri merece ser reelegido, para evitar el retroceso a un pasado que Argentina no se merece. Pero eso requiere dar un viraje en el manejo de la economía.

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