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Cartagena es una caja de sorpresas y mientras más se hurgue científicamente por sus aguas, más probable es que salgan a la luz sus rastros castrenses. En días recientes, se conoció que, durante un levantamiento tridimensional de la bahía de Cartagena patrocinado por la Dimar, el equipo que buceaba por las paredes de la Escollera* había dado con una estructura militar en piedra, que probablemente eran los restos de fuerte de San Matías. El hidrógrafo Richard Guzmán le hizo el seguimiento histórico y cartográfico y comprobó que, efecto, de él se trataba.
La morfología de la bahía de Cartagena ha sufrido varios cambios a través de su historia. La aparente inmutabilidad da la impresión de que sus fuertes han estado ahí desde siempre. Ni tanto. Lo que se ve es la consecuencia de un largo proceso iterativo sujeto a la geografía de la bahía. Así que como en 1560 la Boca Grande estaba abierta y representaba una avenida franca con viento en popa, el primer fuerte para coartar esa libertad marítima se le instaló en la punta de Ycacos, el extremo de Bocagrande, que se llamaba entonces la península de Ycacos. O por otras razones igualmente descriptivas “terra foxa” o Tierrabomba (nombre que le traspasó la Isla de Cárex, enfrente). Era el único acceso para naves de guerra de alto bordo.
Establecido en 1667, El San Matías tuvo solo 50 años de vida. Pero no de vida fácil. Nació como fuerte de Vargas, por el Gobernador que lo fundó, pero en una de sus transformaciones pasó muy rápido a San Matías. Estratégicamente apuntando a canal de acceso, tenía por peor enemigo su muy incómodo abastecimiento desde la ciudad por caminos inundados impasables sobre la “terra foxa” de la península. Lo refundaron varias veces porque se enarenaba.
La última en 1602. Sería la enlucida final. Ya en Madrid se comenzaba a cocinar otra estrategia. Y está anclada más adentro de la bahía, en Castillo Grande. En 1626, el San Matías murió por real cédula, un honor poco frecuente. A don Sancho Jimeno, el defensor de Bocachica en 1697, nunca le endilgaron Real Cédula, ni para bien ni para mal. Así se acuerda el rey del que bien le sirve.
Los fuertes no desaparecen a menos que les roben las piedras. El San Matías quedó inútil porque de todas maneras hacia 1640, la Boca Grande se cegó. Fue necesario reinventarse la defensa por Bocachica. En ese oficio, San Matías no daba ni para prestar sus piedras, que desaparecieron en la vegetación y arena de la Boca Grande enmanglada. Pero no sus coordenadas. Mientras construía su Escollera, Arévalo tuvo presente ubicación exacta del San Matías y la anotó antes de pasarle por encima su Escollera y dejar hacia la mar abierta casi toda la plaza de armas y dos baluartes sumergidos claramente visibles.
*La Escollera es ese asombroso muro construido entre 1771 y 1778 por el ingeniero militar Antonio de Arévalo para cerrar la Bocagrande-espacio marino entre la isla de Tierra Bomba y Bocagrande-e impedir el paso a buques de vela de mediano bordo. 250 años después todavía cumple con su cometido y se mantiene por razones culturales y turísticas. Es la muralla submarina, única, de Cartagena de Indias.