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Arruncharse en los brazos de Morfeo con el hábito de la siesta no solo es un placer culposo, sino una estrategia para tener un cerebro más sano y longevo.
Para los bebés, la siesta es esencial, pero, como siempre, el sistema educativo, el trabajo de oficina y esas demoras por el tráfico vehicular han venido cercenando ese hábito. A pesar de todo, en las zonas rurales y las ciudades pequeñas, la costumbre sigue viva. Allí, una buena siesta es casi un derecho humano inalienable.
Los investigadores aseguran que dormir mal daña el cerebro y con el tiempo puede provocar inflamación y lesionar las conexiones entre las células cerebrales. “Dormir la siesta con regularidad podría proteger contra la neurodegeneración al compensar el sueño deficiente”. afirma la doctora Valentina Paz de la University College of London UCL.
Los resultados, publicados en la revista Sleep Health, mostraron que quienes disfrutan de este descanso vespertino tienen un cerebro más grande, de unos 15 centímetros cúbicos más. Y para los más curiosos, eso representa entre 2,6 y 6,5 años menos de envejecimiento cerebral.
La Dra Sara Spires-Jones, profesora de la Universidad de Edimburgo y miembro de la Asociación Británica de Neurociencia apuntó que los resultados del estudios indican la importancia de dormir para la salud del cerebro y refuerza la importancia de la siesta.
Según dio a conocer el blog de la Fundación Española del Corazón la siesta trae las siguientes ventajas:
También mejora el estado de ánimo con la producción de serotonina que es un neurotransmisor que regula el sueño, el apetito y el estado de ánimo.
Importante mencionar que los científicos, al igual que los experimentados en hacer la siesta, afirman que para el mejor aprovechamiento de una buena siesta, recomiendan que sean cortas, de 10 a 20 minutos, para evitar la sensación de aturdimiento después.
En resumen, hay que reaprender a hacer la siesta con el mismo rigor de los españoles, de los habitantes del Caribe y de esos cálidos climas tropicales, donde las personas de todas las edades se abrazan a Morfeo en las hamacas y se pierden deliciosamente en la siesta con pijama y todo. Así, el cerebro se “resetea”, se renuevan las energías y se retoma la vida con tranquilidad y, lo más importante, con la alegría que los acerca más a la felicidad.
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