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Analistas 04/02/2017

En el mandato de Trump, esperen menos manufactura en Estados Unidos

Foto: New York Times
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Resulta que tenemos lo que parece un modelo inusualmente bueno en los años de Reagan: menos la severa recesión y la recuperación convenientemente oportuna, lo cual de algún modo eclipsa a la historia del comercio.

Si dejamos de lado la recesión y la recuperación, lo que se tuvo durante esa época fue un gran movimiento hacia los déficits presupuestarios vía los recortes de impuestos y una acumulación militar, aunado con mucho proteccionismo. Esto no es parte de la leyenda de Ronald Reagan, sino que la cuota de importación sobre los automóviles japoneses fue una de las mayores acciones proteccionistas de la era de posguerra.

Estoy un poco inseguro sobre la postura fiscal de la trumpeconomía: Los déficits seguramente estallarán, pero no creeré en la campaña de gasto en infraestructura hasta que lo vea, y dados los brutales recortes en la ayuda a los estadounidenses pobres, no está del todo claro que vaya a haber un estímulo neto. Pero supongamos que lo hay. Entonces, ¿qué?

Bueno, lo que sucedió en los años de Reagan fueron los “déficits gemelos”: el déficit presupuestario elevó las tasas de interés, lo cual creó un dólar fuerte, lo que a su vez causó un mayor déficit comercial, principalmente en productos manufacturados (los cuales son aún la mayor parte de lo que es comerciable). Esto condujo a una declinación acelerada en la orientación industrial de la economía estadounidense.

De nuevo, esto sucedió pese a un proteccionismo sustancial.

Así que el trumpismo probablemente seguirá un rumbo similar; realmente contraerá la manufactura pese al mucho ruido que se hace sobre la salvación de unos cuantos cientos de  empleos aquí y allá.

Por otra parte, para entonces la Oficina de Estadísticas Laborales podría estar completamente politizada, y se verá obligada a reportar buenas noticias sin importar lo que suceda.

Juegos de competitividad

He señalado en el pasado que recibo los ataques más virulentos no cuando denuncio a los políticos como malvados o corruptos, sino cuando uso la economía más o menos estándar para desmentir falacias favoritas. Como era de esperar, hubo mucho enojo en torno al análisis comercial en una columna que publiqué recientemente en The New York Times (léala aquí: nyti.ms/2jJ8UmP), incluyendo afirmaciones de que está llena de sesgo izquierdista.

Así que quizá valga la pena señalar que la interpretación de Greg Mankiw sobre la economía de un “impuesto al flujo de efectivo basado en su destino”, descrita en una de sus publicaciones de blog recientes, es básicamente idéntica a la mía. Pero Mankiw, profesor de economía de Harvard, y yo no estamos de acuerdo sobre si reemplazar los impuestos sobre el lucro con impuestos sobre las ventas es una buena idea, pero coincidimos en que todo esto no tiene nada que ver con el comercio y la competencia internacional; porque no tiene que ver.

Sospecho, sin embargo, que Mankiw está siendo ingenuo aquí al asumir que solo estamos viendo confusión porque un ajuste al impuesto fronterizo suena como si debiera involucrar juegos competitivos. Hay algo de eso, sin duda, pero un razón por la que la parte competitiva no desaparecerá es que es una parte esencial del discurso político. “Eliminemos impuestos sobre las utilidades y gravemos en su lugar a los consumidores” es un argumento de ventas difícil. Afirmar que se trata de eliminar una horrible desventaja competitiva suena mucho mejor, aun cuando es erróneo.

Para ser honesto, estos temas de impuestos y comercio son muy confusos. Pero se vuelven aún más confusos cuando son usados para servir a un propósito político.

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