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Analistas 12/08/2023

El compromiso ético de la reforma

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

En el siglo VII A.C. el filósofo Heráclito de Éfeso declaraba que “el primer principio de todo es el devenir o continuo cambio, todo fluye, nada permanece, nadie se baña dos veces en el mismo río ni con la misma agua”.

Esta observación de Heráclito tiene hoy más vigencia que nunca, cuando la idea de la imperturbabilidad de los modelos epistémicos que han caracterizado la forma de hacer y abordar la educación superior es desafiada por la urgente necesidad de revisar nuestras convicciones, ejercitando la sospecha sobre aquello que deviene como válido, lógico y coherente.

Las primeras décadas de este siglo XXI han sido testigo de cambios profundos en las formas de comprender e interactuar con la realidad y la generación de nuevo conocimiento presenta un crecimiento exponencial sin precedentes en la historia, lo que va de la mano con una velocidad de obsolescencia de este, que se acelera cada vez más.

Por otra parte, hablando de actores de la educación, en este caso de los estudiantes, es necesario que ellos estén equipados no sólo con conocimientos básicos (el aspecto más bajo de la taxonomía de Bloom, que clasifica los objetivos de aprendizaje educativo en niveles de complejidad y especificidad), sino que también deben dominar habilidades de pensamiento de orden superior (el nivel más alto de la taxonomía de Bloom) para que sean capaces de resolver las preocupaciones más apremiantes sobre el presente y futuro de nuestra humanidad.

Para lograr este tipo de transformación, los líderes educativos están llamados a ser audaces en la visión, y en el actuar. Requiere una mentalidad transformadora e inclusiva, un paradigma que se adapte mejor a las realidades del mundo emergente. Es a esto que debe apuntar una verdadera reforma de la educación superior en el país.

Los sistemas educativos deben estar alerta de la impostergable necesidad de contar con mecanismos eficientes de actualización de los aprendizajes que buscan generar en sus ciudadanos más pertinencia y significación para los tiempos que viven.

La Agenda 2030 y los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) vinculan hoy más que nunca el bienestar de la humanidad a la calidad, equidad e inclusión de la educación. En este mismo orden de ideas, el ODS 4 enfatiza en que la educación de calidad es la clave para la realización de los demás objetivos.

En el ámbito de la educación, en todos sus niveles, los propósitos de desarrollo, fortalecimiento y consolidación de los avances registrados constituyen prioridades estratégicas y un permanente desafío para la sistematización y asignación razonable de iniciativas que permitan satisfacer la creciente demanda por educación de la mejor calidad, generadora e innovadora en conocimiento y pertinencia.

Para afrontar de manera coherente y eficaz los retos que nos plantea el mundo, y el país, es necesario aprovechar esta histórica oportunidad de demostrar el poder transformador de la educación a través de una propuesta de reforma (reimaginada) que plantee y fomente nuevos paradigmas educativos, que promueva y ejecute pedagogías participativas y contextualizadas, y que potencie el desarrollo del pensamiento sistémico y del trabajo colaborativo-cooperativo entre todos los miembros de la comunidad académica.

La educación superior no sólo tiene un papel que desempeñar en ese esfuerzo, sino que también tiene la capacidad de generar y cultivar un liderazgo ético para orientar a los estudiantes en su desarrollo personal y social futuro.

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