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Se despide al año el gobierno con una nueva garrotera entre funcionarios y exfuncionarios. En esta ocasión se trata de una sacada de los trapos sucios de Benedetti a Luis Carlos Reyes y viceversa. El uno además de acusarlo de desleal lo vincula a la red de contrabando de alias Pitufo con el alias de “Orejas”, este a su vez le recuerda que esta en la lista Clinton y que también está vinculado a la red de contrabando. Casi simultáneamente la directora del Dapre acuso a Carlos Carrillo, director de la Ungrd, de desgreño administrativo posible corrupción, mientras Carrillo estuvo en el Fondo de Adaptación y allí también aparece por alguna razón el ministro Benedetti. ¡Y que hablar de los insultos del viceministro de la Igualdad quien en una disputa por un contrato de que valía más de $50.000 millones trató a la hija de presidente Petro y su madre de HP!
Sobra decir que este tipo de disputas no son nuevas. Basta recordar las peleas entre Laura Saravia y Benedetti y las que surgieron a raíz de los escándalos de la Ungrd y todas, tanto las nuevas como las anteriores tuene que ver con acusaciones de corrupción, lo que muestra una situación muy delicada en materia del manejo de los dineros públicos y una falta total de liderazgo de presidente.
¿Será que ahora hay más corrupción que anteriores administraciones o más bien que hay una nueva clase política peleándose por los contratos? ¿O más será bien que la prensa ha sido más cuidadosa en sus investigaciones que en el pasado? Sea cual fuere la razón del porque a diario vemos nuevos escándalos de corrupción con los funcionarios delatándose unos a otros. Es muy triste que esto se este presentando en el gobierno del cambio con el presidente que llego al solio del Bolívar, precisamente, por denunciar en el congreso la corrupción, y la connivencia de los políticos con las organizaciones ilegales. La última denuncia habla de la estrecha relación de miembros del gobierno con la organización de alias ‘Calarcá’, y no olvidemos la entrada de dineros del hombre Marlboro a la campaña vía el hijo de presidente.
El otro aspecto que muestra este espectáculo es la total falta de liderazgo del presidente. Reúne regularmente a su gabinete para culparlos individual o colectivamente de sus fracasos, como si el no tuviera nada que ver con la administración. La impresión que da es que el presidente anda en campaña, a veces más internacional que nacional y se desatiende la “tienda” y cuando viene a dar vuelta y se entera de lo que está pasando o bien regaña a algún ministro en público o hace una alocución presidencial en la cual culpa lo que está pasando a prensa, al capitalismo o a los “blanquitos”.
Le quedan pocos meses a la administración actual y bien haría el presidente en asumir el liderazgo del gobierno y no permitir esas peleas entre funcionarios que acaban por empeorar el desempeño de estos que terminan dedicándole más tiempo a las peleas que a la administración. De paso y en esta difícil coyuntura fiscal ese liderazgo que se reclama al presidente debería servir no solo para que el poco dinero público no acabe en contratos oscuros, sino también que se maneje con disciplina fiscal si no queremos que el bien momento económico no sea flor de un día.
Menos viajes y profunda reflexión de fin de año es lo que le recomendamos al presidente si quiere dejar un legado en lo económico y lo administrativo.
La coherencia es clave. Un Estado que defiende los derechos humanos, la libertad política y la dignidad humana debe actuar conforme a esos principios, incluso cuando resulte incómodo o políticamente costoso
Por eso, el Estado, teniendo en cuenta las realidades sociales y económicas y haciendo un balance adecuado, debería regular de alguna forma y distribuir las cargas entre las plataformas digitales y los prestadores de los servicios
Nunca me tocó de cerca la discusión sobre si es más importante el árbol o el pesebre, pero en la Europa cristiana el debate está servido