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Analistas 11/12/2017

Detrás de la barrera

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

La semana pasada me reuní con un selecto grupo de líderes empresariales del sector agroindustrial con el propósito de escuchar sus expectativas para 2018 y sus comentarios sobre la estructura productiva que ofrece el sistema colombiano y, de esa manera, fortalecer las acciones que estamos desarrollando a través de la AmCham.

Al final saqué dos grandes conclusiones: la primera, que el posconflicto y el agro son el matrimonio perfecto para ser un motor que genere la buena marcha de la economía nacional durante las próximas décadas. La segunda es que para lograr el éxito es indispensable promover la trasferencia de conocimiento, incentivar la innovación y facilitar el comercio desde la armonización y racionalización normativa y también desde las cadenas de valor competitivas.

La racionalización normativa tiene que ver con la disminución de trámites asociados a la operación de las empresas. En palabras de un empresario: “todos los días nos llegan citaciones sobre nuevas regulaciones, es imposible seguir tanta normatividad, una detrás de otra; los empresarios estamos agotados de tanta regulación de la regulación”.

De ahí la necesidad de reducir los trámites para el empresario teniendo en cuenta la eficiencia normativa, la simplificación de procesos, automatización y optimización de la relación ciudadano y Estado.

El otro enfoque tiene que ver con la inserción de los productores nacionales en las cadenas de valor globales de la agroindustria. Un importador de semillas que quiere apoyar la incursión de un empresario en el mercado de aromáticas orgánicas (el cual presenta importantes oportunidades comerciales por la importancia que han cobrado estos segmentos), no puede importarlas porque el ICA carece de los requisitos de origen. Para iniciar este proceso debe solicitar un análisis de riesgo que cuesta cerca de US$3.000 y esperar tres o cuatro años. El competidor chileno lo obtiene en cuestión de días porque cuenta con requisitos, sin análisis o trámites adicionales.

Es necesario que el Estado en su conjunto comprenda que él mismo hace parte de las cadenas de valor y que éstas compiten a su vez con otras de carácter global. Sin un Estado ágil y eficiente no podemos construir cadenas de valor agroindustriales competitivas.

Durante la charla con los empresarios los ejemplos fueron brotando unos tras otros, con la salvedad unánime de que se reconoce la labor y el interés del Estado en resolver los asuntos, pero cuando se cubre un hueco se abre otro y así sucesivamente. Parte de la solución se vislumbra a merced de los acuerdos de integración en el ámbito de la Alianza del Pacífico (AP) y en los compromisos que asuma Colombia cuando se produzca su ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), que estimula las buenas prácticas y armoniza políticas que contribuyan al crecimiento sostenible.

Revisemos y limpiemos las arterias del sistema productivo colombiano para garantizar la competitividad y así logremos insertarnos en la dinámica global en las mejores condiciones.

La oportunidad la tenemos en frente, por lo que tenemos que hacerla posible quitando el proteccionismo que nos mantiene en el subdesarrollo, eliminando la tramitología, flexibilizando los procesos, facilitando la inversión, estimulando el desarrollo para llegar a esa Colombia moderna que está muy cerca pero que no logramos ver por las barreras que nos separan.

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