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Decido tener esperanza. No como una consigna ingenua, sino como una elección cotidiana y exigente: creer que en un país como Colombia podemos tejer un futuro para todos y no para unos pocos.
Elegir la esperanza es elegir una ética pública, sin odio, sin culpables, con la mirada puesta en la dignidad, la equidad y el cumplimiento real de los derechos. No es negar los problemas, es mirarlos de frente para superarlos juntos. Ya hemos vivido en esperanza, aún con grandes retos, porque este país lo han hecho personas que madrugan, estudian, emprenden y cuidan. Hoy, sin embargo, nos empujan a habitar el miedo, a dividirnos entre buenos y malos. No aceptemos ese atajo: cuando nos reconocemos como conciudadanos, avanzamos. Y sí, hemos avanzado más.
Los datos muestran cimientos sobre los cuales edificar. Entre 2010 y 2023 la pobreza multidimensional cayó de 29,7% a 12,1%, beneficiando a millones con mayor acceso a educación, salud y servicios básicos. En 2024, tras el impacto de la pandemia, la pobreza monetaria llegó a 31,8%. Sigue siendo un reto, pero con una trayectoria de recuperación.
El mercado laboral también muestra señales positivas, el desempleo pasó de 11,8% en 2010 a 10,2% en 2024 (9,1% en diciembre). La conectividad -puerta a la educación y al trabajo- subió de 19,3% de hogares con Internet en 2010 a 65,6% en 2024. La inclusión financiera se amplió de 55,5% en 2008 a 81,4% en 2018 y a 94,6% en 2023. El PIB per cápita real creció de unos US$5.200 en 2010 a casi US$6.800 en 2023.
Y aunque la inseguridad preocupa, reducir la violencia es posible si perseveramos. Además, el aseguramiento en salud alcanzó coberturas cercanas a la universalidad, con retos de acceso por resolver; todos son pasos clave para hacer efectivos los derechos.
Sobre estos logros podemos orientar un desarrollo con perspectiva de equidad ¿Cómo? Primero, reconociendo que la esperanza se organiza en políticas: educación de calidad desde la primera infancia, cierre de brechas rurales y territoriales, formalización del empleo, innovación productiva, ciencia y transición energética que lleve oportunidades a donde no han llegado.
Segundo, honrando una ética común con honestidad, responsabilidad, amor por la familia y el compromiso con la verdad como bases de una moral individual y colectiva que presida la vida social.
Tercero, rescatando la civilidad y para ello hay que aceptar la diferencia, desterrar el insulto, debatir sin deshumanizar, proteger las instituciones y la independencia de la justicia.
Cuarto, profundizando en el conocimiento para aportar al avance humano, con universidades, empresas y Estado cooperando para multiplicar talento, productividad e inclusión. Quinto, cultivar pluralismo y amor por lo común: escuchar e incluir también.
Decidir la esperanza es también un acto de exigencia: poner metas, medir, corregir, rendir cuentas y reconocer a quienes construyen país -docentes, agricultores, policías honestos, emprendedores, investigadores, empresarios, líderes comunitarios-. Es tender puentes allí donde hoy hay fracturas, transformar la indignación en acción colectiva: más conocimiento y validación de información, y menos ruido, más participación y menos sectarismo.
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