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Analistas 05/07/2018

Reversa a la bicicleta estática

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes

Según el último informe de Naciones Unidas sobre drogas, en 2016 hubo en el mundo 275 millones de personas que las consumieron en al menos una ocasión durante el año, es decir el 5,6% de los individuos entre 15 y 64 años de edad.

Si ponemos la lupa sobre aquellos que consumieron cocaína, la cifra llega a 18 millones de personas, el 0,4% de la población global en dicho rango de edad. De otro lado, cerca de 170.000 personas fallecieron en 2016 como consecuencia directa de su uso, la mayoría relacionadas con opioides.

El informe destaca también el incremento en los cultivos, tema que ha copado las portadas de los periódicos en Colombia en las últimas semanas. Comienza por destacar que entre 2016 y 2017 la producción global de opio aumentó 65%, alcanzando un pico desde que tenemos mediciones certeras. Detrás de esa cifra hay 420.000 hectáreas cultivadas, tres cuartas partes de estas en Afganistán.

En el caso de las plantaciones de coca resalta un incremento, de 25%, fuente de una producción global de cerca de 1.400 toneladas. Colombia es el origen de cerca de dos terceras partes de esas plantaciones.

Pero que las plantaciones crezcan no necesariamente señala que la oferta final de drogas aumente. De hecho, de tiempo atrás varios estudios han sugerido que invertir un peso en la interdicción es mucho más efectivo que hacerlo en la erradicación de cultivos y parte de lo que estamos viendo en las cifras recientes puede reflejar un posible cambio de énfasis en la lucha. En efecto, las interdicciones de drogas también se han incrementado significativamente.

El informe apunta a que los decomisos de opioides fueron 50% más altos de 2016 frente al año anterior. En cuanto a los decomisos de cocaína, el informe revela que alcanzaron niveles nunca antes vistos y que han aumentado más de 60% desde 2012. Colombia, además, dobló la cifra de laboratorios para el procesamiento de la hoja de coca desmantelados, alcanzando nuevamente cifras récord.

Los millones gastados en esta guerra dejan un saldo escalofriante: en el mundo tenemos ya más de 10 millones de presos por delitos relacionados con la producción y distribución de drogas.

En Colombia, con el cambio de gobierno, se ventilan nuevamente ideas alrededor de cómo combatir los cultivos ilícitos, volviendo al énfasis de antaño. Se piensa en una nueva generación de herbicidas y en métodos de aspersión a menor distancia del suelo, mediante el uso de drones, para mitigar los daños colaterales que llevaron a la suspensión de las aspersiones.

Pero, no veo análisis que refuten los estudios que sugerían que las aspersiones son un método ineficaz de combate comparadas con la interdicción.

Cabe recordar, además, que la prohibición de asperjar continuará vigente en los territorios colectivos de las comunidades negras, en los resguardos indígenas, los parques nacionales y la franja de frontera. Volver a esa estrategia no hará sino empujar aún más los cultivos a esas regiones aumentando los daños ambientales y los conflictos sociales.

El Presidente Santos decía hace un par de años que la lucha global contra las drogas era el equivalente a tratar de avanzar en una bicicleta estática y proponía que el mundo repensara el enfoque. El enfoque que nos proponen ahora consiste en darle media vuelta a la bicicleta estática y pedalear con más furia.

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