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Analistas 06/04/2022

Petro, el autócrata

El problema de Petro no son sus ideas de izquierda.

En general, las ideas de la izquierda dura, como la expansión del Estado a la esfera privada, la excesiva regulación de los mercados, las altas cargas tributarias y el abrazo de las políticas identitarias -como el extremista movimiento woke que se riega como una plaga de langostas por el mundo- son malas o, simplemente, contraproducentes.

El Estado empresario es un desastre incorregible y la regulación desbocada dificulta la innovación y el emprendimiento. Las altas cargas tributarias, sobre todo a las empresas, desincentivan la inversión y motivan la fuga de capitales. Y las políticas woke -que van desde el ultrafeminismo, hasta la indeterminación del género, pasando por una acusación ahistórica de racismo estructural- tribalizan la sociedad.

Su resultado casi nunca es una sociedad más justa e igualitaria. Todo lo contrario. La implementación de estas políticas usualmente trae consigo desempleo, pobreza, inflación, fractura social, corrupción y anomia. Los políticos se hacen más poderosos -y en muchos casos más ricos-, los empresarios huyen, las clases medias se erosionan y los pobres se hacen más pobres. La desesperación crece y con ella el resentimiento, que es a la vez reprimido y desviado hacía los chivos expiatorios del momento: inmigrantes, judíos, “escuálidos”, oligarcas, blancos, etc.

Pero, digo, esto no es lo peor de Petro. Si fuera, su posible elección como presidente (considerando que por ahora encabeza algunas encuestas) no sería una hecatombe sino una simple tragedia. En cuatro años vendría otro a recoger los pedazos de la destrucción, como le tocó a Enrique Peñalosa después del tsunami que arrasó a Bogotá entre 2012 y 2015.

El problema de Petro es su carácter autocrático. Es el pequeño Fidel que lleva adentro, que admira desde sus años zipaquireños; el pequeño Che Guevara, que lo llevó a pertenecer a un grupo terrorista; el pequeño Hugo Chávez, con quien juró en el puente de Boyacá luchar por la “segunda independencia de América” y el pequeño Putin, que lo llevaría a perseguir a sus críticos, a cerrar medios de comunicación, a expropiar a sus enemigos y a rodearse de una cuadrilla de lacayos que le va a celebrar todas las arbitrariedades que se le ocurran.

Petro no es un demócrata y nunca lo ha sido. Para él la Constitución y las instituciones de la democracia liberal son ataduras incómodas. Se equivocan quienes creen ingenuamente que el Congreso o las cortes lo van a detener.

El primero lo comprará en par patadas y a las segundas las cooptará. Entre agosto de este año y 2025 se elegirán cinco magistrados de la Corte Constitucional y casi dos docenas de magistrados de la Corte Suprema y del Consejo de Estado; además del contralor, el procurador, el registrador y el fiscal general. Asesorado por cubanos y venezolanos, que no saben de economía, pero sí de manipulación maquiavélica, durante su mandato procedería a una captura de poder institucional sin precedentes.

No se engañen: la eventual elección de Petro como presidente sería el comienzo de una dictadura en Colombia.

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