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Analistas 28/07/2023

Educación y Tecnología: hacia donde vamos en el mundo

Juan Pablo Herrera Saavedra
Decano Facultad de Economía Universidad de Externado de Colombia

El pasado 26 y 27 de julio de este año en Montevideo, Uruguay, se llevó a cabo el lanzamiento del informe de Tecnología en la Educación como parte del ejercicio de la Unesco de monitorear y hacer seguimiento del sector educativo en el mundo.

Este informe, construido por un grupo interdisciplinar, liderado por Manos Antoninis, director del Global Education Monitoring (GEM), resulta por lo menos interesante en un momento en el que la humanidad se ve inundada de herramientas tecnológicas que rápidamente se expanden y son absorbidas por cada ser humano en los diferentes continentes del planeta tierra, y que a la par, quienes nos dedicamos a enseñar, nos preguntamos permanentemente en la forma y en la pertinencia de introducir este tipo de innovaciones digitales en el aula de clase.

No por azar, mientras que como especie tuvimos que esperar cerca de 75 años para tener 100 millones de usuarios de teléfonos fijos, en menos de tres meses tuvimos el mismo número de usuarios haciendo uso de ChatGPT y más recientemente observamos cómo en menos de tres días 100 millones de usuarios estaban conectados a través de la nueva red social Threads de Meta.

En el estudio se da cuenta de la manera en la que la tecnología ofrece la esperanza de educación de muchas personas para las que a través de un aula de clase tradicional jamás hubiera sido posible llegar con una oferta robusta de valor.

Lo que llama la atención es que aún las herramientas de radiodifusión parecen ser más efectivas que las mismas herramientas inmersas en internet: a la fecha, en más de 40 países se utiliza la enseñanza mediante radiodifusión con experiencias de atracción al aula de clases muy interesantes como lo ocurrido en México a nivel de educación secundaria, en donde el uso de estas iniciativas mostró un efecto positivo y significativo en nuevos estudiantes en el aula.

En contraste, lo que desde nuestras facilidades de conexión a internet pareciera un hecho contraintuitivo, el informe lo que reconoce es que en el mundo apenas 40% de las escuelas de educación primaria, 50% de las escuelas del primer ciclo de educación secundaria y 65% de las escuelas del segundo ciclo del mismo nivel tienen acceso a internet.

Esto demuestra que todo el esfuerzo de incorporar herramientas que complementan la enseñanza a través de medios virtuales sobre internet en el mundo sigue ampliando la brecha entre los que tienen el privilegio de estar conectados y los que no, tema que guarda una fuerte correlación entre países ricos y pobres.

Por otra parte, el estudio exhorta a no perder el foco de lo que significa la enseñanza. La educación debe centrarse en los resultados del aprendizaje, no en el aporte tecnológico, un fuerte pero pertinente recordatorio para quienes andamos en el mundo de la enseñanza.

Entregar tabletas o computadores sin tener un plan y un fundamento que demuestre el por qué y para qué van a ser utilizados dentro del proceso de aprendizaje, es un desperdicio de recursos en materia de efectos en la educación. De hecho, el uso excesivo de las TIC en el aula y fuera de ella, según el estudio, genera un efecto contrario y perjudicial en la formación de los estudiantes.

El acceso a las herramientas digitales para practicar lo aprendido en las aulas de clase, dentro del mismo plantel educativo, es quizás un elemento fundamental y prioritario a tener en cuenta en materia de planeación educativa y según el estudio, tan solo 10% de los estudiantes de 15 años de los países de mayores ingresos del mundo utilizan dispositivos digitales más de una hora en temas relacionados con ciencias y matemáticas. Fácilmente podría extrapolarse frente a lo que pasa en el resto de países.

Sumado a lo anterior, siguen existiendo enormes desafíos en el discernimiento de aquel contenido que se carga a las redes en materia de formación y efectivamente cumple esa función frente al que logra todo lo totalmente opuesto. Más de 90% del contenido en línea y colecciones de libre acceso es a la fecha producido por Estados Unidos y Europa, lo que demuestra las enormes dificultades de inclusión de los problemas y las prioridades en formación que en otras partes del globo terráqueo podrían requerirse para avanzar en procesos de enseñanza con enfoques locales, regionales y culturales específicos.

En materia de educación superior tenemos un gran desafío. En 2021, más de 200 millones de personas decidieron tomar cursos en línea masivos y abiertos. Lo anterior, si bien es una tendencia respetable, pone de presente los riesgos derivados de tener este tipo de situaciones masificadas como alternativa sustituta de los procesos en los que se busca apostarle a la formación integral del individuo, no solo en conocimiento, sino en valores, en habilidades blandas, en trabajo en equipo desde la presencialidad, en respeto a la opinión del otro y en la educación desde y para la libertad de los ciudadanos del siglo XXI.

Necesitamos como sociedad no dejarnos absorber por la inmediatez de las herramientas digitales y los riesgos que su uso excesivo genera, mucho más si no somos capaces de identificar el propósito dentro del aprendizaje de las mismas. Lo anterior no nos quita la responsabilidad de estar en permanente aprendizaje de ese nuevo y rápidamente cambiante mundo digital, pero con objetivos y principios claros para avanzar en el uso de la tecnología en el aula.

Esto último, es un pertinente llamado del informe al que me permito hacer eco en esta columna, no sin antes reiterar la importancia del estudio de políticas de educación que trasciendan sobre las herramientas y no pierdan de vista el aprendizaje de competencias ciudadanas, pensamiento crítico y razonamiento lógico en cualquier saber disciplinar y estado de formación en el que se quiera incidir.

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