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Tribuna Universitaria 22/08/2025

El país del “like”

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES
La República Más

En el mundo -y Colombia no es la excepción- la política se ha transformado en un espectáculo. Lo que antes era una arena para el debate de ideas, la confrontación programática y la construcción de consensos, hoy parece reducido a un set improvisado en donde el guión lo dicta la inmediatez de las redes sociales; El escenario ya no es el Congreso, las universidades o los foros ciudadanos; ahora es la red social X, una transmisión en vivo en Instagram o un video de TikTok. El problema no es que se utilicen estos medios -sería ingenuo pretender ignorar su alcance-, sino que se ha sustituido el fondo por la forma y lo trascendental por lo pasajero.

El fenómeno es global. Basta observar cómo líderes políticos, desde Estados Unidos hasta Europa, han convertido el oficio de gobernar en una serie de episodios diseñados para generar impacto mediático, incluso a costa de la diplomacia y la estabilidad interna. En Colombia, el Presidente dedica horas de transmisión a consejos de ministros que se presentan como eventos espectaculares, con largas intervenciones sobre temas inconexos, mientras las decisiones estructurales se diluyen en el ruido.

El show no solo desgasta la institucionalidad, también acarrea problemas concretos. La política exterior, por ejemplo, se ha visto afectada por mensajes improvisados en X que han tensado las relaciones con países vecinos o socios estratégicos.

El show mediático no es monopolio del Ejecutivo; algunos precandidatos presidenciales parecen más preocupados por construir un personaje digital que por presentar propuestas serias. Ciertas campañas se concentran en retos de TikTok, transmisiones en vivo y declaraciones provocadoras que buscan viralidad, pero que evitan profundizar en los problemas del país; el cálculo es claro: en una época de atención frágil, una frase de ocho segundos puede tener más alcance que un documento programático de veinte páginas.

El Legislativo tampoco se salva. Hay congresistas que construyen su agenda pública con base en peleas en redes, en denuncias que parecen más guiones de reality que debates legislativos.

Las cifras confirman esta mutación del ecosistema político. Según el informe “Digital 2024” de We Are Social y Meltwater, 70% de los colombianos usa redes sociales activamente, lo que equivale a 36,7 millones de personas. X es utilizada por más de ocho millones de usuarios en el país, mientras que Instagram supera los 18 millones y TikTok, los 17 millones. Los políticos saben que allí está la audiencia y, en consecuencia, moldean sus mensajes para encajar en el formato de “scroll” rápido: frases cortas, gestos calculados, polémicas instantáneas.

Pero esta lógica trae consecuencias: en primer lugar, desplaza los debates serios, temas complejos como la reforma a la salud, la crisis fiscal o la política de seguridad quedan relegados frente a discusiones superficiales que dan más “likes”. En segundo lugar, fomenta la polarización: las redes premian la confrontación y el escándalo. Y en tercer lugar, erosiona la credibilidad institucional: cuando el espectáculo falla o se revela que detrás de la puesta en escena no hay resultados, el ciudadano se siente estafado.

Es cierto que la comunicación política debe adaptarse a los tiempos, y sería absurdo pretender regresar a un mundo sin redes sociales, pero también es urgente devolverle altura al debate público. Las redes pueden ser una herramienta para democratizar la información y acercar a los gobernantes a los ciudadanos, pero no pueden convertirse en el único espacio ni en el criterio central de la acción política, gobernar es tomar decisiones difíciles, muchas veces impopulares, y eso no cabe en un reel de 30 segundos.

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