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Los cambios en las políticas arancelarias y el uso del comercio como herramienta geopolítica han alterado las dinámicas del mercado global. Colombia, con su sector agrícola en constante búsqueda de expansión, enfrenta un doble reto: aprovechar las oportunidades que se abren con la reconfiguración del mercado internacional y fortalecer su agroindustria para mitigar riesgos ante posibles barreras comerciales.
Durante su primera administración, Donald Trump impuso aranceles a algunos productos de sectores específicos de Canadá, México y China. Hoy, en su regreso a la Casa Blanca, ha traído consigo nuevas políticas proteccionistas. Esta semana firmó una orden ejecutiva en la que impone aranceles de 10% a China para todas las importaciones provenientes de ese país, y una prórroga para imponer arancel de 25% a Canadá y México. Además, anunció posibles aranceles a la Unión Europea.
Aunque estas medidas pueden encarecer el costo de vida en EE.UU., también pueden fortalecer sectores industriales internos y crear oportunidades para otros países que, como Colombia, pueden posicionarse como proveedores estratégicos en el sector agrícola.
Estados Unidos es el mercado más grande y cercano para nuestros productos agrícolas, y el Tratado de Libre Comercio ha sido clave en la consolidación de exportaciones como el café, el banano y el aguacate hass. Sin embargo, abrir mercados no es un proceso inmediato ni sencillo. Se requiere inversión, planificación y un trabajo articulado entre el sector privado, el sistema financiero y el Estado. No basta con identificar oportunidades; hay que desarrollar una capacidad productiva que permita competir en un entorno global exigente.
El gran reto para Colombia no es solo acceder a más mercados, sino fortalecer su agroindustria desde la base. Mejorar la productividad, reducir costos, garantizar acceso a financiamiento y especializarse en cultivos estratégicos con acciones urgentes. La cercanía con EE.UU. nos otorga ventajas logísticas frente a competidores asiáticos, con menores tiempos de transporte, pero eso no es suficiente. Para ser competitivos, es clave asegurar calidad, volumen y estabilidad en la oferta.
El sector privado debe asumir el liderazgo en este proceso. La integración de pequeños, medianos y grandes productores con acceso a tecnología, capacitación y financiamiento es fundamental para consolidar un agro moderno y resiliente. El sistema financiero y bancario también juega un papel crucial: sin tasas de interés competitivas ni mecanismos de financiamiento adecuados, los agricultores no podrán invertir en infraestructura ni en mejoras productivas que les permitan crecer, igualmente los prestadores de servicios logísticos deben ver esta coyuntura como una oportunidad.
El comercio internacional es volátil y depender exclusivamente de las decisiones de un gobierno extranjero es un riesgo. Colombia no puede basar su estrategia agrícola en la incertidumbre de las elecciones en EE.UU., ni en las tensiones comerciales entre potencias. Lo que sí puede hacer es consolidar un agro competitivo, eficiente y preparado para cualquier escenario global. Si la oportunidad se presenta, estaremos listos; y si no, habremos aprovechado el reto para transformar nuestro agro en un motor de desarrollo para Colombia.