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TRIBUNA UNIVERSITARIA 10/09/2025

El dictador solapado

Jerome Sanabria
Estudiante

La elección de Carlos Camargo en la Corte Constitucional es -me doy cuenta ahora-, lo mejor que le pudo pasar a Petro. Es la excusa perfecta para decir que se rebosó la copa, que no lo dejaron gobernar, que se está cocinando un “golpe de Estado” y que la Corte está en su contra; y que todo lo anterior debe motivar, entonces, la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

Gustavo Petro llevaba siete años enclosetado, pero por fin salió. Desde 2018 había dicho en entrevistas, debates y trinos -y hasta lo firmó en mármol- que no convocaría a una Asamblea Nacional Constituyente. Tanto así que el 8 de junio de 2022, en entrevista con BluRadio, dijo que quienes insinuaban que él iba a cambiar la Constitución “[tenían] como objetivo el cimentar en la opinión pública la idea de que están a punto de elegir a un dictador de izquierda (…) y no, yo lo que planteo es aplicar la Constitución del 91”.

Él, como buen dictador solapado, se encargó de negar a toda costa uno de tantos rasgos que comparte con Nicolás Maduro: las ansias de convocar una Constituyente para atornillarse en el poder. Tal como lo hizo el dictador venezolano en 2017. Mejor ni pensemos en lo hecho después, que de pronto, quizá, solo tal vez, podría ser el preludio de lo que nos esperaría con Petro acá.

Pero el 15 de marzo de 2024 Petro salió del clóset: dijo abiertamente que quiere una nueva Constitución. Una que, entre otras cosas, dé vía libre a todas sus reformas sociales, la reforma agraria y la reforma a la justicia. Pero su inclinación por la dictadura no la ha canalizado solo con el discurso constituyente: en marzo de este año propuso la Consulta Popular y, cuando el Senado la tumbó, emitió el ‘decretazo’ que, por fortuna, el Consejo de Estado suspendió. Allí pretendía, otra vez, pasar por encima del Legislativo.

Nuestro dictador solapado ha demostrado tener varios ases bajo la manga para que, a como dé lugar, se haga lo que él quiere.

Y este 7 de septiembre, en línea con lo planteado en la columna de Rodrigo Uprimmy, sacó una de sus jugadas más interesantes: la idea de que la elección de Camargo como magistrado debe ser la motivación para reformar la justicia, para que sea “más poderosa y no clientelar”. Paradójico que lo diga el mismo presidente del escándalo de la Ungrd y de los sobornos a congresistas para aprobar la reforma pensional, como lo estudia la Corte Suprema de Justicia.

Pero hay otra jugada que desplegará en los próximos días, y que Daniel Quintero ya viene promoviendo: la idea de que, si la Corte tumba la pensional, hay que cambiar la Constitución y las instituciones ¿No es muy lógico, no? Nuevamente, una excusa más.

El dictador solapado, que ya dejó ver sus garras, dijo además que apoyará una lista al Congreso que sea “pro constituyente”. En sus propias palabras, esto es algo digno de un dictador de izquierda. Nos dejó claro que, de ganar su proyecto, en 2026 se acabará la democracia.

Se viene un año difícil. Pero ojalá que sea solo un año.

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