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Analistas 28/01/2025

Ni fanáticos ni negacionistas

Inés Elvira Vesga
Socia de Holland & Knight
INES-ELVIRA-VESGA

El discurso de posesión del presidente Trump seguirá siendo tema de conversación por varias semanas. En materia de energía, su posición inquieta, porque contradice el lenguaje consensuado contemporáneo de la necesidad de transitar hacia energías verdes y exalta la necesidad de extraer el “oro líquido” para “Make america great again”.

Hay que darle tiempo a Trump para que aterrice su discurso en medidas concretas. Por ahora, se cuenta con la Orden Ejecutiva del 20 de enero por medio de la cual se declara la emergencia nacional energética, y el discurso, que con frases como “drill baby drill” prendió todas las alarmas. Ahora bien, las motivaciones expuestas en la Orden Ejecutiva no son irracionales. El sustento de la decisión es la pérdida de soberanía, el alto costo de los precios de la energía, la incapacidad de satisfacer las necesidades domésticas, la amenaza a la seguridad nacional, la necesidad de ampliar la infraestructura de red para tener confiabilidad, en síntesis “Un suministro nacional de energía asequible y fiable es un requisito fundamental para la seguridad nacional y económica de cualquier nación”, cómo no estar de acuerdo con estos postulados, el problema, son los extremos.

Las energías renovables son una necesidad, no son un capricho de la izquierda internacional. El mundo necesita modificar sus patrones de consumo energético, y desarrollar tecnologías que permitan integrar energías sostenibles con las fósiles existentes, para lo que se requiere el apoyo de los gobiernos a través de incentivos, subsidios, subastas y otros instrumentos regulatorios que permiten el despliegue de estas tecnologías. Así como es insignificante para el mundo, pero gravísimo para nosotros, que Colombia opte por enterrar su riqueza minera y petrolera dado que sus emisiones representan un porcentaje ínfimo de las emisiones mundiales, es muy grave que el segundo país con más aporte a las emisiones del mundo, desmonte su política de transición energética, pues en ese caso, sí es un asunto que incumbe a toda la humanidad.

Seguir avanzando en el crecimiento de las energías renovables para frenar el calentamiento del planeta no es opcional, es imperativo. La implantación de tecnologías eficientes, que reemplacen paulatinamente las que no lo son, apostarle al desarrollo de una industria limpia y costo eficiente, ha requerido un enorme esfuerzo en los últimos años y es una apuesta de largo plazo, de manera que abandonar esos esfuerzos sería catastrófico, no solo para el ambiente sino para una nueva economía que ha surgido en torno a este tipo de energía.

A Colombia podríamos trasladar las preocupaciones plasmadas en la Orden Ejecutiva porque acá también nos enfrentamos a la deficiencia de infraestructura, al riesgo de desabastecimiento, a los altos costos de energía. No es deseable un viraje de 180 grados que nos lleve a concentrarnos en combustibles fósiles exclusivamente, ni negacionismo ni fanatismo, pero sí es indispensable que explotemos el “oro líquido”, y también los minerales sobre los que estamos sentados, así como el viento, el sol, la geotermia y todas las fuentes alternativas que conduzcan a la diversificación. En palabras del profesor Amylkar Acosta frente a la necesidad de disminuir emisiones, Colombia no puede ser “ni Atlas ni polizón”.

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