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Analistas 08/07/2023

Al rescate de lo inútil

Héctor Francisco Torres
Gerente General LHH

Se cumple por estos días el primer mes de la temprana y lamentada partida del escritor italiano Nuccio Ordine, autor de La utilidad de lo inútil, un breve ensayo en el que nos invita a devolverle la relevancia a ciertas disciplinas como la filosofía, la música, el arte y la literatura, que aunque no son generadoras directas de beneficios, utilidades o riqueza, avivan el intelecto, nutren el espíritu y sustentan la primacía de la dignidad humana en épocas en las que está amenazada por el abrumador afán utilitarista del mundo, por la posverdad y por el auge de la inteligencia artificial como sucedánea potencial del criterio de las personas.

El manifiesto del profesor Ordine está inspirado en The usefulness of useless knowledge, escrito por el pedagogo norteamericano Abraham Flexner y publicado en la edición 179 de Harper’s Magazine, casi simultáneamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

En esos días, igual que en los que corren, la humanidad enfrentaba enormes desafíos y Flexner, hijo de inmigrantes judíos, lanzó una pregunta incómoda: «¿No es curioso que en un mundo lleno de odios irracionales que amenazan a la civilización, hombres y mujeres -viejos y jóvenes- se alejen del todo o en parte de la enojosa corriente de la vida cotidiana para dedicarse a cultivar la belleza, ampliar el conocimiento, curar enfermedades, aliviar el sufrimiento, como si en forma simultánea los fanáticos no se dedicaran a sembrar dolor, fealdad y sufrimiento?»

El cuestionamiento no era menor en 1939 como tampoco lo es ahora. Sin embargo, en el siglo XXI hay circunstancias que amplían el interrogante y que llevan a percibir que, más allá del utilitarismo, el estilo de vida que hemos adoptado nos está llevando ─sin darnos cuenta─ al sacrificio de la tranquilidad, la creatividad y la sensatez, así como al imperio de la deshumanización.

Esta sensación es quizás producto de la proliferación de los zombis digitales que encontramos en todas las esquinas y que no parecen comprender su condición de sometimiento ni demuestran interés en liberarse de su yugo virtual.

Visitar un museo, asistir a un concierto o leer un buen libro pueden parecer actividades inútiles si las revisamos desde la perspectiva de su imposibilidad de generar réditos o beneficios económicos cuantificables. Pero si tales ocupaciones son inútiles, preocuparse por los pulgarcitos levantados de Facebook, sumergirse en el mundo irreal de Instagram o cazar peleas por Twitter, constituyen acciones estériles, inservibles y vanas, pues ni alimentan la razón, ni forjan el discernimiento.

Aunque cada ser humano decide como aprovechar (o malgastar) su existencia, llama la atención la desproporción del tiempo que hoy se les dedica a los dispositivos móviles. Según Exploding Topics, nuestro país ocupa el cuarto lugar en el ranking mundial de uso de aparatos digitales. Un colombiano promedio dedica 5 horas y 9 minutos al día a revisar su teléfono celular (27,8% por encima del promedio global), es decir, el mismo tiempo que tomaría leer un libro de 230 páginas.

Cuán diferente sería nuestro país si en lugar de mantener los ojos clavados en la pantalla durante 78 días al año, le dedicáramos la mitad de ese tiempo al desarrollo del intelecto, al crecimiento del espíritu y al cultivo de la dignidad humana, entre otras actividades inútiles.

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