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Analistas 09/06/2016

País de esnobistas

Guillermo Cáez Gómez
Socio Deloitte Legal
GUILLERMO CAEZ
La República Más
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El fin de semana pasado en Bogotá se vio cómo a la madrugada, ante el frío inclemente de la ciudad y en la poco acogedora Plaza de Bolívar, se dieron cita más de 6.000 personas para que el lente de Spencer Tunick las tomara sin ropa. Activistas, curiosos y trasnochados, llegaron cumplidos a la convocatoria, como si se tratara de un asunto de interés nacional, uno de esos tantos que viven en la agenda y en los que la gente brilla por su ausencia, lo que da a pensar que estamos más preocupados por empelotarnos frente a un desconocido o por el hombro de James, que por la realidad del país. 

La acogida que tuvo la “desnudatón” es prueba contundente de que somos un país esnobista y que vive de espaldas a su realidad. No critico el hecho de que se les haya antojado ir a quitarse la ropa por gusto; lo cuestionable es cómo nuestro país necesita despertarse del letargo histórico por la dura realidad que vivimos pero la prioridad son este tipo de manifestaciones artísticas y no, por el contrario, movilizarnos como ciudadanos para protestar y hacer frente a los problemas estructurales de Colombia. Si no resucitamos el activismo estudiantil y no sacamos  el derecho a la protesta del mundo digital donde pareciera estar confinado, serán terceros quienes sigan librando batallas que nosotros deberíamos estar dando como si fuéramos gladiadores. Es así como, en solitario, ha venido trabajando el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, sin respaldo en redes sociales o grandes marchas para avalar lo que es sin duda un trabajo notable y por supuesto juicioso. Hoy no es el Gobierno el que sube al paredón en esta columna, no: somos nosotros, los colombianos, quienes, con la característica indiferencia que nos identifica, no respaldamos masivamente las luchas que una sola persona está dando por millones.  

En la 69ª Asamblea Mundial de la Salud que actualmente se celebra en Ginebra (Suiza), el ministro Gaviria hace una radiografía de la realidad y muestra lo utópica que termina siendo la lucha que actualmente libra: “hace más de un año, por solicitud de la sociedad civil, el Ministerio de Salud de Colombia inició un proceso de declaración de interés público para un medicamento de alto costo, el Imatinib. El proceso ha estado acompañado de un gran debate internacional y también, quiero decirlo claramente, de algunas presiones. A la luz de nuestra experiencia resulta claro que las flexibilidades existen en la teoría de los tratados y los pronunciamientos multilaterales. Pero en la práctica son difíciles de aplicar”.  

No puede ser posible que un país de ingreso medio como el nuestro se tenga que pagar más por los mismos medicamentos que en Europa se adquieren a un costo inferior; lo anterior, producto de los mercados monopólicos que no obedecen reglas de sana competencia, que lo que hacen es privilegiar intereses particulares  frente al interés público, que para el caso representa el Imatinib, sin que esto importe si quiera a quienes legislan pues estos,  en algunos casos, se dejan seducir por intereses económicos.  

Hay quienes solo se quejan, sin mayor información, de la situación del país y su sistema de salud, y hay quienes creemos, luego de seguir este proceso,  que el esperado cambio de tal sistema  se dará si transitamos por el camino que le ha trazado el ministro Gaviria; sin embargo, a los dos debe interesarnos que exista un beneficio real que haga que nuestro país empiece a diseñar su futuro teniendo a la equidad como pilar para la construcción de paz. Por esta razón, estimado lector, le aconsejo que no dude en apoyar al ministro Gaviria Uribe, quien se ha establecido como el verdadero y único constructor de bases para la sostenibilidad del posconflicto en este gobierno.  Sin embargo, si luego de leer estas líneas no cree usted que este sea un problema que  lo toque, siga preocupado por el hombro de James y vaya, ¡quítese la ropa!,  que cuando se enferme el sistema de salud en Colombia lo recibirá como usted se ha mostrado ante él: indiferente.
 

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