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ANALISTAS 18/07/2025

Colombia tiene todo por venir: lo que aprendimos en Ginebra

Fredy Vargas Lama
Director del Doctorado en Administración

En el aeropuerto Charles de Gaulle, antes de abordar el vuelo hacia Ginebra, pedí un café en una de esas barras de paso donde el mundo se encuentra sin buscarlo. El mesero, un francés de unos 60 años, de sonrisa amable y trato campechano, al oírme hablar español me preguntó si era mexicano. “Vengo de Colombia”, le respondí. Asintió con una sonrisa y dijo, sin dudar: “Ustedes tienen todo por venir”. Esa frase, simple, pero cargada de intuición, me acompañó durante los días siguientes en el Global Foresight Network Annual Meeting del World Economic Forum donde participé como cada año.

Este encuentro, que reúne anualmente a líderes de pensamiento de futuros de los cinco continentes, no es una conferencia tradicional. Es una comunidad de práctica que comparte una convicción: en un mundo marcado por la incertidumbre, anticipar no es solo una habilidad técnica, sino una responsabilidad ética.

De las discusiones principales, tres mensajes clave me parecieron especialmente relevantes para América Latina y, en particular, para Colombia.

1. Reencuadrar la oscuridad como oportunidad

Uno de los llamados más potentes fue a dejar atrás la narrativa del colapso. Frente a la tentación del pesimismo -crisis climática, guerras híbridas, desinformación- se propuso otra mirada: la de convertir la complejidad en una fuente de reinvención. Ver en la oscuridad no un final, sino un comienzo.

Este enfoque es especialmente útil para nuestra región. En Colombia, más allá de los titulares y los diagnósticos repetidos, hay miles de historias que revelan una capacidad de adaptación admirable. Jóvenes emprendedores que, desde Bucaramanga, Pereira o Manizales, están digitalizando negocios tradicionales.

Empresarios medianos que han encontrado nichos en sectores como alimentos saludables, logística inteligente o turismo sostenible. Esa Colombia que no se ve tanto en los medios, pero que construye país cada día, está dando señales de futuro.

2. Democratizar la anticipación

Otro de los temas centrales fue el de hacer que el pensamiento de futuro y el análisis de escenarios de largo plazo deje de ser un ejercicio de élites y se convierta en una práctica accesible. La prospectiva, en su versión más tradicional, ha sido muchas veces rígida, técnica y poco conectada con la realidad de quienes más necesitan planear a largo plazo.

Aquí la inteligencia artificial se plantea como una aliada potencial: permite reducir barreras de entrada, visualizar escenarios y facilitar procesos participativos. Pero el mensaje fue claro: la tecnología no puede reemplazar el conocimiento, la empatía, la ética ni la inteligencia colectiva.

En Colombia, cámaras de comercio, universidades regionales y redes de empresarios están comenzando a incorporar el pensamiento de largo plazo como una nueva forma de enfrentar nuestro entorno de presente y futuro. El reto ahora es ampliar esa base, llevar el debate sobre el futuro a las aulas, a los barrios, a los medios. Porque anticipar es también una forma de inspirar.

3. Renovar la institucionalidad internacional

Uno de los temas más discutidos fue la creciente crisis del multilateralismo. Las instituciones globales, muchas de ellas creadas hace más de 70 años, hoy enfrentan dificultades para responder a los desafíos sistémicos del presente: desde el cambio climático y los conflictos híbridos, hasta los dilemas éticos que plantea la inteligencia artificial.

En este contexto, América Latina corre el riesgo de quedar marginada si no asume un rol más activo. La región necesita dejar de ser solo receptora de agendas globales para convertirse en constructora de propuestas. En junio pasado, Naciones Unidas reveló que menos de 20% de los países latinoamericanos incorpora el pensamiento de largo plazo en sus políticas públicas. Es una brecha estratégica que debemos cerrar si queremos tener voz en las decisiones que marcarán las próximas décadas.

Y es urgente hacerlo. Porque se avecinan años complejos: la polarización política global, la presión económica sobre los países emergentes, la aceleración tecnológica sin suficiente regulación, y la fragilidad institucional -tanto en el Norte como en el Sur- dibujan un escenario de alta volatilidad. La estabilidad no está garantizada. Pero si algo quedó claro en Ginebra, es que estos riesgos pueden enfrentarse con visión de futuro, trabajo coordinado y liderazgo comprometido. La clave está en anticiparse, no improvisar.

De regreso en París, recordé la frase del mesero en Charles de Gaulle: “Ustedes tienen todo por venir”. No era condescendencia. Era una certeza simple, nacida de lo que muchos afuera aún ven en nosotros: energía, ingenio, y una oportunidad que no ha sido del todo aprovechada.

El futuro no es una promesa vacía ni una utopía distante. Es una construcción diaria, hecha de decisiones valientes y convicciones firmes. Si en Colombia seguimos apostando por el talento joven, por los empresarios que no se rinden y por una visión de país que piense más allá del corto plazo, no solo tendremos futuro: lo haremos posible. Porque Colombia sí tiene futuro-si tenemos el coraje de imaginarlo y el compromiso de construirlo juntos.

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