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ANALISTAS 05/05/2025

Racionalismo y libertad

Diego Gómez
PhD, Director ECSIM

La humanidad ha construido un camino cierto para la construcción de democracia, políticas públicas y esquemas de convivencia. Son la libertad y la razón. La razón se ejerce desde la libertad, sin ella, no hay espacio para la razón. El racionalismo, ante todo, es una postura ética y metodológica. Busca fundarse en análisis histórico, datos empíricos y reflexiones humanas para ofrecer una visión integral del desarrollo. Parte de reconocer los avances logrados, pero sobre todo, señalar los desafíos persistentes, en particular la desigualdad dentro y entre países.

Popper, en “El crecimiento del Conocimiento Científico”, 1963, propone un racionalismo crítico, en donde el conocimiento debe estar abierto a la revisión y al debate argumentativo. En lugar de buscar verdades definitivas, la razón debe orientarse a detectar errores y mejorar nuestras teorías progresivamente. No implica un escepticismo radical, sino una confianza sensata en la capacidad humana para aprender mediante la crítica y el contraste con la realidad.

La razón y la libertad transformaron la humanidad en los últimos tres siglos. Angus Deaton, en “El gran escape: salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad (2013)”, y Steven Pinker, “En defensa de la Ilustración”, 2018, sustentan con evidencias históricas cómo ha sido esa senda construida por la ciencia, el humanismo y el progreso.

En 1900, la presencia de democracias era limitada, con solo un pequeño número de países adoptando sistemas democráticos. Como resultado, se estima que aproximadamente 12% de la población mundial vivía bajo regímenes democráticos en ese año. Europa, Rusia, Japón y el mundo árabe, se gobernaban con monarquías que sometían al mundo bajo imperios. Eso desapareció en las dos guerras mundiales. Según el Índice de Democracia 2023 elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist, hoy, la mitad de la población mundial (45,4%), vive en algún tipo de democracia, aproximadamente. 39,4% de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios, pero aún estos, están sometidos en mayor o menor grado a una multilateralidad global regida por principios de democracia y libertad.

En 1950, la esperanza de vida mundial al nacer se estimaba en 46,5 años. Este indicador ha experimentado un incremento notable a lo largo de las décadas, alcanzando 71,7 años en 2022 a nivel general y más de 80 año en los países desarrollados.

En 1950, 72% de la población mundial vivía en condiciones de pobreza extrema, definida como vivir con menos de US$1,90 al día. Esta cifra representa una disminución significativa en comparación con 94% estimado en 1820. En 1981, 42,7% de la población mundial vivía con menos de US$1,25 al día. Este porcentaje disminuyó a 26% en 2005 y continuó descendiendo hasta 10% en 2015.

El mundo vive en un consenso de mínimos expresado en la multilateralidad de las instituciones democráticas, el pluralismo y la idea de ciudadanía basada en derechos individuales. Este consenso implica también la modernidad y tolerancia liberal, la justicia social, la inclusión política y la posibilidad de construir proyectos comunes en sociedades plurales. Pero el racionalismo no nos ha alcanzado para que superemos los marcos de creencias basados en ideologías, religiones o credos de raza o nación. Falta camino.

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