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Analistas 20/08/2019

Risaralda Bosque Modelo

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Un interesante experimento de gobernanza forestal viene desarrollándose en el departamento de Risaralda desde 2004, cuando con el patrocinio de Colciencias se estableció el Ciebreg, resultado de la política de constituir y fortalecer centros interinstitucionales de excelencia en investigación. En el caso de esta región cafetera, el centro se estableció bajo el ala de la Universidad Tecnológica de Pereira con el ánimo de “conservar y valorar los bienes y servicios de la biodiversidad” y participaron de ella el Instituto Humboldt, la corporación regional Carder, la U. Javeriana e inicialmente el Catie y la Fundación Cipav, con apoyo de Cenicafé, la cooperación alemana y canadiense y cientos de personas, incluyendo Consejos Comunitarios como el de Santa Cecilia.

Resultado de ese proceso, lleno de altos y bajos, zozobra presupuestal derivada del abandono de los centros de excelencia como política, luchas quijotescas por mantener las actividades institucionales, surgió y se consolidó un acuerdo “para el manejo flexible del ecosistema y el paisaje que combina necesidades sociales, ambientales y económicas de las comunidades, con perspectivas de largo plazo y a gran escala”: un Bosque Modelo (BM). Hoy en día la iniciativa hace parte de una red global que incluye 61 BM en 37 países, reportando manejo cada vez más sostenible de 65 millones de hectáreas (la sostenibilidad, recordemos, no es una meta, es un indicador de calidad de procesos ambientales).

La gestión compartida del bosque de los Andes centrales ha demostrado cómo se puede proteger más de la tercera parte del área del departamento con una combinación de estrategias concertadas, la famosa articulación que reclamamos con frecuencia entre las instituciones. En este caso, la participación cada vez más activa de la Gobernación y de la Empresa de Aguas y Aguas ha sido fundamental para la construcción de acuerdos que se apoyan en iniciativas tan antiguas como la protección y restauración forestal de la cuenca del río Otún, que queda a medio camino cuando el río pasa por Pereira y se llena de colchones viejos y toneladas de plástico y basura que los ciudadanos “aportan” al ecosistema.

Existen otras iniciativas similares en el mundo que fomentan la construcción de acuerdos de trabajo para la gestión ambiental territorial, demostrando que esta no depende de una sola agencia o autoridad y que el trabajo en red ayuda a controlar los riesgos de corrupción, fomenta la apropiación de las agendas técnicas y científicas de manejo de la biodiversidad y promueve la transición a modelos cada vez más sostenibles sin caer en extremismos conservacionistas o depredadores. El Pecs, por ejemplo (Program of Ecosystem Change and Society) del Centro de Resiliencia de Estocolmo nos ayuda a entender la importancia de una perspectiva de gestión del cambio social y ecológico sin apelar a la destrucción y reconstrucción épica de un mundo sin humanos.

Pudiera ser que la idea del Bosque Modelo o similares prosperen cada vez más en Colombia, especialmente para contrarrestar las tendencias suicidas de deforestación, que pronto volverán a revelar su potencia cuando las condiciones lluviosas cedan y se reinicie la feria de tierras acaparadas, robadas al erario por delincuentes que a menudo resultan elegidos precisamente por feriar los bosques y aguas de todos los colombianos. Ojo a los candidatos en Meta, Caquetá y Guaviare…

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