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Analistas 23/04/2024

¿Y qué sigue después del 21 de abril?

Alfredo Sarmiento Narváez

Sea lo primero felicitar a todas las personas que a lo largo y ancho del país, desde sus particulares tribunas sociales, políticas, mediáticas, empresariales, sindicales, comunitarias y virtuales, animaron la multitudinaria movilización ciudadana registrada en las calles de diversas ciudades de Colombia y del extranjero, el pasado 21 de abril.

Fue una verdadera jornada cívica que da cuenta también del auténtico poder constituyente insobornable de una ciudadanía presta a cuidar el patrimonio democrático y republicano de Colombia, últimamente amenazados por acciones, omisiones, gestos y hechos comunicativos de Gustavo Petro, de su equipo de gobierno y de su círculo familiar.

Colombia se moviliza siempre y jamás se petrifica y ésta es una noticia alentadora.

Seguramente Petro despreciará esta jornada, como ya lo ha hecho con otras precedentes; será displicente e incluso emprenderá su acostumbrado estilo de retaliaciones mezquinas que la opinión pública le conoce.

Colombia no tiene en Petro a un estadista con inteligencia emocional al servicio de la cohesión social; es el de Petro un liderazgo tan resentido que no hay siquiera espacio para ejercer el sentido común; con una narrativa que tiene sobreoferta de arengas ideológicas y déficit en ideas edificantes para la vida nacional y local.

La saga de movilizaciones sociales previas, más la del pasado 21 de abril, ha generado un momentum significativo para los sectores de oposición, cada vez más emplazados a trabajar, de manera consistente y responsable, en el propósito de consolidar una alternativa democrática para Colombia de cara a las elecciones de 2026; Colombia busca una alternativa democrática capaz de sobreponerse a estilos populistas, caudillistas, mesiánicos, estridentes y ramplones.

La jornada del 21 de abril demostró igualmente que Colombia puede mejorar sus prácticas de comunicación social y política para construir comunidad de propósito como país y comunión de sentido como nación.

Ante la segura displicencia de Petro, el país tiene que ir pensando en la próxima manifestación pertinente y consecuente.

Amplios sectores sociales, empresariales, sociales, académicos y políticos, empiezan a visualizar un Paro Nacional Total Por la Democracia como estrategia de acción, en el evento que Petro y su equipo insistan en el estilo autoritario , desafiante y desobligante con la sociedad civil colombiana.

Un escenario de estos requeriría, además del concurso de la ciudadanía que ha estado a la base de las movilizaciones hechas hasta la fecha, de la explícita y decidida participación de gremios, sindicatos, medios de comunicación, colegios profesionales, estamentos religiosos, organizaciones sociales y partidos políticos; sería una movilización de la sociedad civil en pleno, actuando como dique a los gestos autoritarios crecientes de Petro y su equipo.

Ciertamente, ese escenario no se puede descartar si se anhela que Colombia no siga recorriendo el infausto camino ya tristemente recorrido por algunos países del vecindario latinoamericano, cuyos nefastos resultados están a la vista.

El ADN de los colombianos es democracia, autonomía, civismo, civilidad; nada que ver con el servilismo ante el autoritarismo de uno u otro cuño.

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