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Analistas 18/02/2022

Una resurrección indeseada

Alejandro Vera Sandoval
Vicepresidente técnico de Asobancaria

La inflación ha vuelto a ser motivo de preocupación a nivel global por primera vez en varias décadas. Por ejemplo, en Estados Unidos, la inflación de 7,5% anual en enero de este año no se veía desde mediados de los ochenta. En el Reino Unido, la variación de precios cerró en 5,4% en 2021, y en Colombia llegamos a 6,94% en enero, luego de cinco años en que la inflación fluctuó dentro del rango meta de largo plazo (2%-4%) o muy cerca de él.

Algunas de las razones globales de esta resurrección podrían ser, el desbalance creado por la Pandemia generando escasez de bienes en algunos mercados pues la demanda de muchos países rebotó rápidamente pero la oferta se ha demorado en regresar a niveles preconfinamientos, el efecto disruptivo de esto sobre las cadenas logísticas y la falta de contenedores, la elevación del precio del petróleo y otros energéticos (el efecto Rusia-Ucrania sobre Europa) y algunos elementos específicos a ciertos países, como la escasez de mano de obra en los Estados Unidos.

En Colombia, a las razones globales deben sumarse el efecto indexación, en el que influye la subida del salario mínimo, y el crecimiento del precio de muchos alimentos, por rompimiento de cadenas de distribución desde los bloqueos de mediados del año pasado y el efecto devaluación que encarece insumos agrícolas e industriales que deben importarse porque no se producen localmente en las cantidades necesarias.

Ante esto, las autoridades monetarias han tenido que actuar. Los bancos centrales latinoamericanos han hecho incrementos de entre 300 y 900 puntos básicos en sus tasas de interés, incluyendo a Perú, Chile y Brasil, y la Reserva Federal de Estados Unidos ya ha retirado parte de la liquidez que otorgó en los últimos años y se apresta muy pronto a empezar un ciclo alcista de tasas.

El Banco de la República en Colombia ya empezó a actuar y seguramente lo seguirá haciendo. Aunque muchos opinan que no debería excederse porque el choque inflacionario es de oferta, luego no es controlable por el emisor, la realidad es que se trata de no convertir un choque transitorio en uno permanente que ocurriría si se desanclan las expectativas de los agentes en el mediano plazo.

En este punto es importante recordar, luego de años sin este debate que generaron amnesia entre muchos, algunos de los efectos negativos de la inflación. Por ejemplo, golpea más fuerte a los hogares de bajos ingresos cuya canasta está más concentrada en alimentos (15% en bajos ingresos vs. 24% en el promedio de la economía) y tienen menos mecanismos de cobertura ante alzas de precios, eleva el costo de la financiación del gobierno y del sector privado, y aún más importante, afecta mercados de largo plazo, como el de financiación de vivienda, que beneficia a un poco más de un millón de hogares colombianos al año con créditos a tasa-cuota fija y que depende de la credibilidad en una meta de inflación baja y estable.

La resurrección de la inflación ha ocurrido por razones globales y locales. Y aunque hay algunas fórmulas para contener efectos específicos (como la reducción de aranceles), el ataque frontal es a través del instrumental de tasas de interés del Banco de la República. El apoyo de la sociedad a la labor del Emisor, alejada de cortoplacismos y debates electorales, no debería ser un tema menor. Al final se trata de una defensa contra el impuesto más regresivo que nos afecta a todos.

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