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En varias de las conversaciones que he tenido en estos días percibo una buena dosis de pesimismo en mis interlocutores. En la mayoría de los casos es la consecuencia de las noticias que hacen más pesados nuestros días; la brutalidad policial, el vandalismo desbordado, alcaldes, como en Medellín, que parecen trabajar en contra del bien común en lugar de promoverlo, las consecuencias económicas de una cuarentena absurdamente infinita.
Todo eso, y más, incide en el estado del ánimo y puede generar o traducirse en una mirada pesimista, que puede convertirse en cinismo hacia el presente y el futuro. Es la mirada que han tenido filósofos como Schopenhauer, para los cuales vivimos en un mundo donde el dolor es perpetuo y donde trabajamos para lo que nunca podremos alcanzar.
Shakespeare escribía, “Lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario de dementes”. Pero liderar desde el pesimismo es liderar desde el sufrimiento, un estado desde el cual no es posible la creatividad, la intuición, la solución efectiva de problemas. El pesimismo ya tiene las respuestas hacia lo que hay y lo que se viene. Es un estado de inflexibilidad y cierra las puertas a la creatividad.
Lo contrario de una actitud pesimista no es el optimismo sino la curiosidad, porque expresa un compromiso con la realidad. Mientras el pesimismo nos encierra en nosotros mismos, la curiosidad nos permite mantener abiertos el corazón, la mente y la voluntad. Si por un momento miro atrás y considero las experiencias que he hecho en mi vida y me pregunto: ¿cómo un chico de una pequeña ciudad de provincia en el Norte de Italia ha llegado a estudiar un doctorado en Columbia University, a aprender cuatro idiomas, y a vivir en varios países?, puedo decir que seguramente la curiosidad ha sido un motor.
Mi primera carrera fue como periodista, y era la curiosidad por conocer personajes, historias y lugares distintos lo que me motivaba a viajar, entrevistar, escribir. Es la curiosidad lo que me mueve cuando me siento con un cliente para explorar cómo llevarlo a un rendimiento más alto y a una experiencia de vida con mayor plenitud. También en momentos de dificultad y derrota, fue la curiosidad lo que me empujó a perseverar, a buscar soluciones. Estoy seguro de que es la experiencia de la gran mayoría de quienes están leyendo hoy esta columna.
De hecho, la curiosidad te mueve a ir más allá de lo conocido. Te da acceso a niveles más altos de inteligencia y de sabiduría. Te permite ser más recursivo a la hora de solucionar problemas; la curiosidad genera posibilidades, oportunidades, alternativas. Es esencial para nuestra sobrevivencia, sobre todo en el mundo tan volátil e incierto en el cual vivimos. Escribe el consultor internacional Paul Ashcroft que, “La curiosidad nos lleva por caminos extraños. Es vital para nuestra sobrevivencia”.
Los desafíos que hoy tenemos que enfrentar requieren que lideremos desde la curiosidad, porque esto nos permite transformar la condición presente en un nivel más alto de expresión para explorar lo que es posible. La curiosidad lleva a generar escenarios que el pesimismo nunca pensaría posible.
Finalmente, la curiosidad traduce un desafío en una oportunidad porque le da alas a la imaginación. Entonces, para pasar del pesimismo a la curiosidad hay que dejar esa mirada rígida y obsesiva y darle espacio a la intuición al momento de preguntarnos, ¿Qué es posible? Recordemos que somos seres creativos.