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Analistas 29/04/2020

Por una “tecnicocracia”

Abelardo De La Espriella
Abogado, empresario y escritor
ABELARDO-DE-LA-ESPRIELLA

Una sociedad es próspera y pujante cuando su clase media es fuerte y capaz de poner en marcha el aparato productivo, en las distintas áreas. Desde que empezamos a construir nuestra república en el siglo XIX, caímos en la trampa de diseñar un modelo empresarial copiado de la Colonia, sin advertir que el progreso se construye con una gran masa trabajadora, especializada en diversas ramas de la productividad, superior a la añeja relación patrono-trabajador.

Estoy formado en las humanidades, pero ello no me impide tener una mirada crítica respecto del rumbo que la nación debe darle a la instrucción de nuestras próximas generaciones. Debemos propender por una educación para el trabajo, por una formación técnica desde la secundaria, para que los jóvenes adquieran los fundamentos que garanticen su futuro económico.

En el seno de las familias, se ha enervado un anhelo fundamentado en un paradigma nocivo: el progreso de los muchachos depende exclusivamente de si ellos logran obtener un título de “doctor”. El tiempo nos ha demostrado que el desequilibrio entre abogados, ingenieros, economistas y demás profesiones tradicionales, respecto de los tecnólogos, no ha sido eficaz, en términos de desarrollo.

En los Estados Unidos la formación superior, en la mayoría de las disciplinas, se divide en dos fases: dos años básicos después de los cuales se adquiere la condición de tecnólogo, y, si la persona lo desea, puede continuar en la universidad hasta obtener el título al que aspire, llegando hasta el posdoctorado.

Hay que repensar las cosas, para hacer de la crisis del coronavirus una oportunidad para el progreso. Bueno sería que nuestro sistema educativo estimulara a los jóvenes para que conviertan sus destrezas en herramientas que les provean el sustento económico. No son pocas las industrias -como la petrolera-, que se ven forzadas a recurrir al mercado laboral extranjero para efectos de conseguir la mano de obra técnica, dado que la oferta nacional no tiene capacidad de proporcionarla.

Debemos esforzarnos por darle un nuevo rumbo a nuestro país. No podemos seguir siendo dependientes de un grupo limitado de bienes. Hace algunas décadas, nuestro sustento estaba en las manos de la producción de café. Cuando hubo una bonanza, el dinero entró copiosamente. La caída del precio del grano se tradujo en una contracción de nuestra economía. Ahora, estamos ad portas de experimentar algo semejante, por cuenta del desplome del precio del crudo. Si el barril de Brent se estabiliza en la franja de los $20 dólares, el presupuesto nacional quedará gravemente lesionado.

¿Cuánto talento humano estamos desaprovechando por aferrarnos a una serie de ideas caducas relacionadas con la formación de nuestro motor de desarrollo? Vale la pena hacer algunas consideraciones al respecto y entender que es mucho más productivo contar con una fuerza laboral equilibrada entre “doctores” y técnicos, donde unos y otros se encarguen de acelerar nuestro crecimiento económico. De poco o nada sirven los cartones y los títulos, si no hay trabajo.

Pensemos, entonces, en sentar los pilotes sobre los que se erija una “tecnicocracia” sólida, bien preparada y, sobre todo, competitiva.

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