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Analistas 01/09/2013

Cuando se pierde la autoridad moral…

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Securities
La República Más
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Preocupante ver la complicada situación que está afectando al país. Triste ver que no se llegan a acuerdos entre las autoridades y los campesinos por el saboteo a los consensos alcanzados por parte de la Marcha Patriótica de Piedad Córdoba, triste ver como esa manada de vándalos acaban con el centro de Bogotá, patético ver que tengan que interrumpir una conferencia con clientes porque una manada de desadaptados está amenazando con quemar una sucursal bancaria en el primer piso del edificio. Patético. 
 
Un par de puntos que merecen discusión sobre la situación social actual de Colombia:
 
1. Es extremadamente claro que grupos de izquierda colombianos están pescando en río revuelto para avanzar su agenda anti-globalización. Personajes tan turbios como Iván Cepeda o Piedad Córdoba andan embalados, de la mano de Telesur, con la idea de venderle al pueblo Colombiano la idea de que los TLC son los culpables de la debacle del campo Colombiano. Nada más alejado de la realidad. En un fantástico escrito, el investigador del prestigioso Cato Institute en Washington, Juan Carlos Hidalgo, demuestra, con estadísticas, que el problema del agro no tiene nada que ver con el TLC. Por ejemplo, según cifras corroborables, es una completa falacia que Colombia este “inundada” de pollos norteamericanos. Según Hidalgo, los pollos norteamericanos solo explican 2,5% del total consumido en Colombia. 
 
Javier Díaz, presidente de Analdex, también prueba, en reciente columna de este mismo diario, que la incapacidad de Colombia para producir trigo en forma competitiva no tiene nada que ver con los TLC, sino con el hecho que Colombia está en el Ecuador, y por lo tanto la luminosidad que recibe el país no es la adecuada para este cultivo. Javier también argumenta algo que yo siempre he sostenido: el hecho de que Colombia tiene que avanzar en una agenda de organización del negocio agrario mucho más agresiva. Colombia no le debe mentir al cultivador de siete hectáreas de arroz. Colombia le debe informar a ese cultivador, que si en un periodo perentorio no se asocia con sus vecinos para lograr que conjuntamente puedan cultivar extensas hectáreas, el país NO lo va a subsidiar más. Entendámoslo de una vez por todas, por el bien de nuestros hijos. La agricultura artesanal basada en el minifundio no es rentable.  
 
2.     Desafortunadamente para el país, lo cierto es que estamos comenzando a ver los grandes costos colaterales que trae negociar con las Farc la agenda política del país. A riesgo de que me traten de enemigo de la paz, la sencillísima realidad es que si uno decide darle estatus de interlocutor válido al genocida de alias “Iván Márquez”, a uno le queda simplemente imposible exigirle al campesino de a pie que respete las reglas de juego y no bloquee vías. El lector está en plena libertad de insultarme por esta visión tan “radical” que presento, pero ese mismo lector sabe, sin duda alguna, que tengo absolutamente toda la razón en lo que estoy argumentando. El presidente Santos abrió una caja de Pandora al aceptar a las Farc como contraparte legítima.
 
3.     El futuro del campo necesita de la implementación de políticas de corto y de largo plazo. En el corto plazo no queda solución diferente a darle un valor de compra mínimo a los agricultores del sector arrocero, papero y lechero, a pesar del importantísimo costo fiscal que eso implica. Eso sí, esa ayuda tiene que ser finita en el tiempo y tiene que estar atada a la exigencia de que los campesinos demuestren la voluntad de asociarse para volverse más competitivos, o de cambiar cultivos en caso de que estos no sean competitivos, como es el caso del trigo. En el largo plazo, las políticas tienen que estar guiadas a mejorar rápidamente la infraestructura vial del país, para poder lograr la anhelada disminución de los costos variables de la producción. Atado a esto, no da espera la labor legislativa para ponerle límite a la dictadura de las minorías vía la utilización anárquica de las licencias previas.
 

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