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EDITORIAL

La diplomacia de construir un buen vecindario

miércoles, 23 de septiembre de 2015
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Construir una buena relación con el vecindario es el deber de la cancillería, que ha sido inferior al reto de tejer relaciones sanas con otros países

Gústenos o no, los colombianos estamos condenados a vivir por siempre en un vecindario compartido con Venezuela, Panamá y Ecuador, entre otros países con los cuales tenemos diferencias acentuadas por los modelos económicos o políticos que  desarrollan sus gobiernos independientes y tenemos que aceptarlo -así no nos guste- que somos los mayores exportadores de desplazados y de problemas de delincuencia asociados al narcotráfico, el lavado de activos y la prostitución. Esa era la Gran Colombia del siglo XIX, era un solo país, ahora compartimos largas fronteras porosas por donde se filtra lo mejor y lo peor de cada nación.

Con Venezuela tenemos grandes diferencias en lo político y en lo económico. Existe una gran población trashumante que vive de la economía fronteriza que hace uso de las asimetrías macroeconómicas para subsistir. ¿Cómo no aprovechar el comercio que brinda una frontera que divide a dos países con diferencias de precios tan acentuadas? Mientras en Colombia la inflación ronda 4%, en Venezuela la cifra supera 160%. Nuestro vecino es un gran país, muy rico, que ha vivido durante casi medio siglo en medio de la Enfermedad Holandesa que los ha hecho totalmente importadores. Y al lado estamos nosotros que producimos los bienes y servicios que ellos demandan. ¿Cómo negar esta realidad?

Y con Panamá las cosas no son muy distintas, a diferencia que el modelo de gobierno es casi el mismo nuestro, pero es un país que importa casi todo lo que consume, al ser un puerto libre marcado por el Canal, es exportador de textiles y zapatos a Colombia. Pero su gran fortaleza está en ser un paraíso fiscal donde muchos colombianos guardan sus fortunas para evitar tributar en Colombia. Eso ha llevado a tener grandes diferencias. Con Ecuador las cosas son un poco distintas, pero con las mismas raíces. Es una economía dolarizada que le sale más barato comprar en Colombia, un país más productivo y desarrollado en algunos sectores, situación que desencadena una avalancha de compradores ecuatorianos en ciudades del suroccidente como Ipiales, Pasto, Popayán y Cali.

Ante este breve panorama no queda otra situación que llevarnos bien, que no es otra cosa que tener buenas relaciones producto de una diplomacia bien tejida. En pocas palabras, es deber del Ministerio de Relaciones Exteriores no improvisar con los embajadores o cónsules; no dejarse coger del tiempo con los problemas y sobretodo, tener muy auscultados los problemas que generan diferencias. El papel de la Cancillería no es otro que construir un buen vecindario con Venezuela, Panamá y Ecuador y evitar todos estos problemas cíclicos y descuidados por parte de esa cartera.

El presidente Santos ha marcado diferencias con otros gobiernos en su trato con el vecindario, pero la Cancillería no le ha hecho seguimiento a los problemas menores.

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