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Pasajeros movilizados por aeropuertos
El aeropuerto de Cartagena experimenta una crisis de éxito que lo hará colapsar en temporada alta, hay hacinamiento, mal servicio y maltrato a los turistas que llegan a la ciudad
Hasta el pasado agosto, el tráfico de pasajeros por el Aeropuerto Internacional Rafael Núñez de Cartagena superó la cifra de 700.000 viajeros, 553.494 en vuelos nacionales y 149.005 en internacionales, unas cifras relativamente buenas, en lo corrido del año los pasajeros nacionales crecieron 2% y los internacionales 9%, números poco representativos si se compara con el movimiento de los aeropuertos Ernesto Cortissoz de Barranquilla, Bonilla Aragón de Cali, José María Córdova de Medellín, y por supuesto, El Dorado de Bogotá.
El problema de Cartagena es que su terminal aéreo es el más atrasado en todos sus frentes de servicios aeroportuarios, muy a pesar de que es la ciudad preferida por los turistas extranjeros y que ha experimentado un mejoramiento indudable en otros frentes. Es penoso experimentar que es de los pocos aeropuertos relevantes en el país en donde los pasajeros aún deben subir a los aviones desde las plataformas, que no tiene túneles climatizados y que el desorden impera en los abordajes.
Las salas de espera son unos auténticos tumultos donde impera la ley del más fuerte para poder sentarse en una silla; las filas se confunden en medio de solo un puñado de counters de atención al viajero de las aerolíneas. El puñado de negocios de alimentación, souvenirs, farmacias y demás, son “sanandrecitos” con filas interminables, y lo peor de todo, los pasajeros que llegan a la ciudad también deben confundirse con quienes se marchan de la capital del Departamento de Bolívar.
Ni qué decir de los taxis, los carros de plataformas de pago, el acceso a los parqueaderos y demás servicios que deben estar pensados en los turistas, en los viajeros de congresos y negocios.
El Gobierno Nacional ha sacado pecho del crecimiento del turismo en todo el país, pues las cifras lo respaldan, pero poco ha hecho para mejorar este importante aeropuerto que es como un viaje a la Colombia de los años 90. Al menos la Administración Nacional no ha sido capaz de empujar en su rol de vigilancia y control a la Superintendencia de Transporte, a la Aeronáutica Civil o al mismo Ministerio de Transporte para que tomen cartas en el asunto.
El usuario del transporte aéreo en un aeropuerto como el de Cartagena no tiene quién lo defienda y literalmente es ultrajado porque está pagando a través de sus tiquetes un buen servicio que no obtiene. En este caso las aerolíneas no son el problema, pues en tierra son los aeropuertos las empresas que deben prestar un buen servicio.
Lo más probable -como siempre sucede en Colombia- es que el caos del aeropuerto de Cartagena se politice y entre en una batalla de culpas y denuncias, mientras que el usuario tendrá que seguir soportando el pésimo servicio del terminal.
Mientras se toman decisiones estructurales, en una ciudad en donde la tierra sube de valor cada mes, las autoridades competentes deberían acompañar al terminal en el mejoramiento de los servicios; Cali, Barranquilla y Bogotá, han progresado en sus aeropuertos en el plano de los pasajeros, ahora le falta a Cartagena y Medellín hacer lo propio, por el simple hecho de que los usuarios están pagando un buen servicio en tierra.
Lo más probable es que antes de 2030, Cartagena consiga desplazar en número de pasajeros a otros terminales del país, pero para entonces los viajeros a esa ciudad deberían tener un buen servicio actual en términos de costo beneficio.
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