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EDITORIAL

Hay que echarle números a la tributaria global

lunes, 18 de marzo de 2024

El impuesto mínimo global se abre paso como una posibilidad de ingreso para países con necesidades de plata como Colombia, pero para ello el Ministerio de Hacienda debe estar atento

Editorial

Es un hecho inocultable que las grandes multinacionales de hoy son igual de extractivas de recursos locales de países en desarrollo que las mismas monarquías europeas de los siglos XV y XVI. No solo es mirar los casos empresariales de Netflix, Disney, Spotify, Airbnb, Meta, Uber, Amazon y, por supuesto, Google, entre otras compañías, para darse cuenta de que extraen recursos de muchos países sin tributar lo justo en una suerte de competencia desleal para con sus pares locales.

Ese dolor de cabeza lo tienen todos los países gregarios, como Colombia, que no tiene ningún papel relevante en el mundo tecnológico, innovador o del entretenimiento global, pero que ven cómo grandes compañías parapetadas en la globalización no pagan los mismos impuestos que las empresas nacionales.

Por eso, se ha abierto paso una estandarización fiscal universal firmada por 140 países que acordaron en diciembre de 2022 un impuesto mínimo mundial de 15% para las grandes multinacionales, “un acuerdo histórico para evitar una carrera a la baja, ya que los gobiernos compiten por atraer a empresas extranjeras”.

La idea es muy buena y muy novedosa, pero el canibalismo entre los mismos países hará que unos compitan contra otros en una suerte de “bajastas tributarias”. Es decir: Panamá o Salvador, para seducir grandes compañías, no se ligarán al gran pacto tributario, para quitar eventuales inversores a Colombia o Argentina, por ejemplo.

El impuesto mínimo para gravar a las multinacionales puede ser un arma de doble filo para los países emergentes a la hora de atraer inversión extranjera mediante incentivos fiscales y beneficiar a los desarrollados con mayor capacidad de gasto.

Si bien las razones por las que un inversionista o una empresa decide invertir en un país emergente no solo son tributarias o de incentivos fiscales, el peso tributario es alto, pues los beneficios en geopolítica o seguridad siempre están asegurados.

Debe haber ideas nuevas sobre incentivos distintos a los tributarios para mantener competitividad, por ejemplo se pueden reducir parafiscales e incentivar inversiones en innovación y desarrollo. Al final todo lo decidirá el pago efectivo por trasladarse a un país o beneficiarse de su mercado. Una cosa es la extractividad, como es el caso de las plataformas de streaming, y otra muy distinta a inversiones efectivas en plantas o crecimientos inorgánicos.

Lo cierto es que sobre la mesa hay dos maneras de poner a andar el impuesto mínimo global: la que propone la Ocde y la de la ONU, ambas muy distintas que tratan de aminorar las consecuencias fiscales en cada territorio.

La primera es sujetarse a tratados tributarios existentes para reglamentar el traslado justo de ganancias, que es de la Ocde, y la otra es el del Comité de Expertos de las Naciones Unidas sobre Cooperación Internacional en Cuestiones Fiscales, que busca una autoridad tributaria más amplia a los países de origen, ya que cubre todas las formas de ingresos -incluidas las ganancias de capital- independientemente de si se pagan a una entidad relacionada o no relacionada, de acuerdo con la profesora, Jayati Ghosh, de la Universidad de Massachusetts.

Ese es el debate de los próximos años y sobre el cual no se habla mucho en Colombia, peor aún, no hay números sobre cuánto le representaría al país este impuesto global, quizá nos ahorre una tributaria.

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