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Las autoridades económicas han hablado de impulsar el peso digital para ponerse a tono con nuevas tendencias de las transacciones monetarias y de paso atacar el lavado
Durante este lustro, las autoridades económicas colombianas deben sortear varias situaciones que no dan espera por la rápida profundización en la economía global de los llamados criptoctivos, una palabra muy distinta en la práctica a criptomonedas o criptodivisas, pero que su definición y entendimiento está en manos de la Superintendencia Financiera, entidad que debe empezar a apurar el novedoso asunto y establecerlo en serio en el mercado local. Gerardo Hernández, quien fue superintendente y codirector del Banco de la República, es hoy una autoridad en esta discusión y plantea que “los criptoactivos no cumplen con los atributos para ser considerados una moneda.
No son una obligación de un agente público o privado, no tienen poder liberatorio ilimitado y, dada su volatilidad, no constituyen un depósito de valor”. Lo anterior llevó a que las autoridades económicas y financieras internacionales recomendaran no hablar de criptomonedas y utilizar la expresión criptoactivos.
Ahora bien: ¿cuál es la naturaleza jurídica de ese activo? Una respuesta necesaria para el tratamiento regulatorio y para exigir las obligaciones contractuales, sin este paso, todo lo que ocurra sigue en el limbo. De allí que la idea de Leonardo Villar, gerente general del Emisor, y del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, de pisar el acelerador en este tema sea crucial para la existencia misma del peso.
Hay dos debates a los que los macroeconomistas que se rotan los cargos, del Emisor, a Hacienda, pasando por un gremio, un think tank y una universidad, le han sacado el cuerpo y es la dolarización de la economía colombiana y la eliminación de tres ceros a la moneda, dos situaciones que bien vale la pena analizar, debatir y sensibilizar para que la tasa de devaluación del peso no siga siendo un dolor de cabeza para todos los colombianos. Quizá zanjar esos dos pendientes nunca ocurra, más aún, que no haya tiempo para dar los debates anacrónicos y que el asunto ahora imperativo sea el peso digital.
“El desarrollo del mercado de criptoactivos permite distinguir entre las denominadas monedas estables (stableconins) y las cripto tradicionales. Las stablecoins están respaldadas o atadas por un activo constituido normalmente por monedas de reserva o activos líquidos que permite que su negociación sea menos incierta y estable”. La economía colombiana tiene un peso relativamente fuerte, pero su vecindario está dolarizado y las monedas digitales avanzan con rapidez: “Hay 81 entidades en el mundo que buscan esa meta de emitir monedas digitales. Un grupo en el que también están el Banco Central de Chile, el Banxico de México, la Reserva Federal de EE.UU. y hasta el Banco de Inglaterra, como ejemplos.
El más avanzado es China, que comenzó pruebas en 2020 y hoy desde un celular más de 140 millones de personas ya mueven el Yuan digital (e-CNY) igual que 1,5 millones de comerciantes”. El gran problema que le caerá como una avalancha al Emisor, la Superfinanciera y el gobierno de turno vendrá de las remesas que reciben los colombianos del exterior, unos US$5.000 millones cada año, que pueden empezar a usar canales digitales, que fue lo que ocurrió en Venezuela, que se dolarizó en la práctica por los canales en donde se reciben los dólares del exterior. El peso digital no da espera, es algo urgente, pero para ello el país debe tener sistemas de pago unificados para evitar que cada banco posea su propia autopista, sin pensar en el cuentahabiente.
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