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El mercado local no puede ser un cementerio de aerolíneas de bajo costo, pues su presencia cataliza los precios altos y es un puntal para que los monopolios compitan en el sector
Se puede resumir la historia reciente de la aeronáutica en Colombia como un auténtico cementerio de aerolíneas de bajo costo, esas que hace dos décadas pusieron en jaque a las compañías tradicionales e impusieron una nueva manera de volar con precios bajos.
Su as bajo la manga fue disponer del peso de los equipajes de los viajeros, pues mientras uno lleva dos maletas, el otro no carga sino una cartera o un morral; eliminaron los snacks durante los vuelos y avanzaron en promociones que les competían directamente a los pasajes en buses por carretera. En los aeropuertos más congestionados, las aerolíneas de bajo costo rentabilizaron los llamados slots o asignaciones de horarios de aterrizaje y despegue para que por el precio bajara en horarios no tradicionales, muy temprano en la mañana o muy tarde en la noche; además de ofertas inalcanzables en temporadas bajas.
El éxito de la propuesta fue tal que se convirtieron en los mejores aliados de las agencias de viajes físicas y las que operan por internet. Fue una revolución hasta finales de 2019, cuando sobrevino la pandemia y muchas aerolíneas tradicionales quebraron, solo algunos gobiernos tuvieron que rescatarlas por considerar su negocio como de seguridad nacional, pero las de bajo costo no tuvieron las inversiones requeridas para salir a flote.
Hay que recordar que en el Gobierno Nacional pasado se sondeó la idea de ayudarle a Avianca a salir de la crisis económica, pero la situación económica del país no aguantaba un salvamento más para esta compañía que en otros momentos de la historia siempre había acudido a la ayuda de los gobiernos. Viva Air también intentó pedir ayuda a la administración pasada, pero igualmente, el palo no estaba para hacer cucharas.
La actual trama de Viva pretendiéndose fusionar, integrar o unir a Avianca, con investigaciones en desarrollo que pueden terminar en sendas sanciones económicas por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, es solo un episodio nacional en el que nacen y mueren aerolíneas de bajo costo que al final siempre son absorbidas por el dominante en el mercado, en este caso Avianca.
Hoy el mercado dicta que Colombia es el único país en el vecindario en donde se enfrentan de tú a tú los grandes jugadores como son la chilena Latam y la panameña Copa. Avianca sigue siendo una empresa de historial colombiano, con casi 10.000 trabajadores en el país, pero con domicilio legal en Panamá. La aerolínea tiene el mayor porcentaje de vuelos locales e internacionales y sigue siendo la primera alternativa, lo que la hace bastante fuerte en un mercado de más de 50 millones de colombianos.
Lo que no pueden permitir las autoridades aeronáuticas es que en Colombia no florezca ninguna empresa del sector de bajo costo, que los modelos de operación no sean bien confeccionados y que siempre terminen siendo absorbidas o liquidadas.
SAM, Aces, Aires, son algunos de los casos, más otro puñado de emprendimientos fracasados en un sector neurálgico para un país con dificultades en carreteras entre grandes ciudades. Colombia no se puede dar el lujo de seguir viendo cómo aerolíneas de bajo costo fracasan porque sus inversionistas no conocen el negocio, son oportunistas o prefieren vender tiquetes más que prestar un servicio de calidad. La situación actual es solo un episodio que deben enseñar el camino al futuro.
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