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EDITORIAL

Cuándo apostarle más al consumo que al ahorro

jueves, 3 de octubre de 2019

Ahora Las cesantías pueden tener más usos perdiendo su naturaleza de que es un dinero destinado para cuando se esté cesante en el trabajo, una suerte de subsidio al desempleo

Editorial


Una de las asignaturas pendientes en Colombia es la bancarización, entendida como acceder al crédito del sistema financiero, al tiempo que los bancos desarrollan nuevos productos y servicios más digitales para beneficiar a los cuentahabientes. Detrás de esta afirmación sucede que la cultura del consumo hace que en Colombia no se hable de clientes o personas sino de consumidores y que muchas políticas públicas estén encaminadas a desarrollar la capacidad de consumo de las personas en lugar de incentivar el ahorro, que dicho sea de paso es uno de los más bajos de la región. Colombia a la luz de las cifras de la Ocde es uno de los países con menores tasas de ahorro, pues no existen campañas ni subsidios entre el Gobierno Nacional y los bancos para que la tasa de ahorro nacional se robustezca; en cambio sí se ponen en marcha iniciativas para que se gaste el poco dinero ahorrado.

En los países del “club de las buenas prácticas”, la tasa de ahorro nacional es en promedio 19,5% de cada uno de sus PIB, en cambio en Colombia guardar el dinero bajo el colchón o en cadenas de dudosa reputación sigue siendo una constante. Según cifras de Felabán del año pasado, solo 24% guarda el dinero en entidades financieras, mientras que 33% hace un ejercicio de ahorro, lo que es sustancialmente menor que el 71% de los países de altos ingresos. Colombia es el quinto país en la región que menos ahorra, solo 9% de los adultos ahorró en una institución financiera el año pasado. Por encima de esa tasa está Paraguay, Argentina, Nicaragua y Perú que reportan tasas de ahorro de 6%, 7% y 8% respectivamente. Esta situación se da no solo porque culturalmente el colombiano es más dado a gastar que a ahorrar, sino también porque los bancos no premian el ahorro con mayores beneficios que no solo puede ser buenos intereses, sino porque la alta informalidad laboral incide en la mentalidad del ahorro y el trabajo. No existen ayudas reales en el sistema financiero para incentivar el ahorro programado. La razón para que solo 18% de los colombianos ahorre formalmente en un banco tiene que ver con la falta de educación financiera que pone en evidencia la ausencia de programas orientados a tal fin.

El nivel de ingresos per cápita también pesa en la decisión del ahorro, pues los gastos fijos superan la posibilidad de ahorrar. La banca digital (Colombia tiene una alta penetración de celulares) es una de las principales herramientas para cerrar las brechas que existen entre la población y el sistema financiero. Es la principal herramienta para combatir la falta de inclusión e información financiera. El gran problema es que culturalmente no hay claridad sobre qué es lo más importante, si ahorrar o gastar, dicotomía que se profundiza cuando -por ejemplo- se flexibiliza más el uso de las cesantías, dinero ahorrado que se podrá “invertir” en vivienda y pagos de matrículas educativas, desvirtuando su naturaleza de dinero ahorrado obligatoriamente que actúa como seguro al desempleo cuando un empleado formal se queda sin trabajo. Retirar parcialmente las cesantías para adquirir seguros educativos u otros ahorros programados es una buena iniciativa gubernamental, pero la verdad sea dicha, es para hacer consumir al ahorrador, que se gaste el dinero y suba el consumo, y no que lo guarde para los tiempos de las vacas flacas.

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