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EDITORIAL

Crecer el turismo es un asunto de Estado pero serio

miércoles, 21 de diciembre de 2022

El año cerrará con más de cinco millones de viajeros extranjeros que visitaron Colombia, una cifra que debe mejorar si la hoja de ruta del Gobierno es explotar este sector económico

Editorial

Desarrollar el turismo ha sido una suerte de hilo conductor de los últimos cinco o seis presidentes de Colombia. Todos desde 1998, han hablado de desarrollar el turismo auspiciando distintas políticas públicas: explorar nuevas regiones, pueblos y ciudades, bajar los impuestos para construir hoteles, capacitar personas en servicios hoteleros, participar en grandes eventos promocionales, bilingüismo, renovar la marca país, entre otras muchas actividades enfocadas a que a Colombia vengan más turistas y esta actividad económica, la industria sin chimeneas, sea realmente importante para el PIB; pero bien entrado el siglo XXI, las cosas no van a la velocidad que se quiere.

Hablar de turismo como piedra angular de nuevas actividades económicas se volvió paisaje, se creó un Viceministerio de Turismo, existe una entidad como Procolombia que debe buscar en el mundo más visitantes y nuevos inversionistas, pero su gestión es bien discutible, pues es una entidad capturada por la burocracia y los favores políticos, una para-cancillería, rueda suelta de las políticas públicas, usada como mina de premiación a cercanos de senadores, ministros y presidentes de turno.

Si el Gobierno quiere avanzar en este sector debe darle un revolcón en toda la cadena turística, no solo en los roles y las funciones, sino en el compromiso de las alcaldías y las gobernaciones. Las cifras locales son muy pobres si se comparan con las que logran los países líderes en visitantes como Estados Unidos, España, Francia, Italia, México o Argentina. Y si se revisa qué hacen esos mercados de turismo para seducir visitantes es básico: invierten en infraestructura. Los aeropuertos son modernos, hay trenes, buenos servicios públicos, los hoteles son seguros, funciona internet, hay clínicas preparadas, los precios son justos en términos de costos versus beneficios, pero sobre todo, hay seguridad, hay mínimas garantías de que una simple caminata no se convierta en una exposición para ser asesinado por robar una billetera o un celular.

Todas las ciudades capitales colombianas tienen sitios de interés y una cultura vibrante para atraer turistas, pero pocas o ninguna garantizan seguridad, precios justos o la mínima preparación de los operadores turísticos. Los lugares más visitados en Colombia por los turistas extranjeros siguen siendo los mismo, y a la vez, los más peligrosos. Cartagena, Bogotá, Medellín o Santa Marta lideran las búsquedas y pueden estar un paso adelante, pero el Eje Cafetero, Huila, Valle del Cauca o los Santanderes están un paso atrás porque sus gobiernos locales, regionales y nacionales no han logrado encontrar una manera de hacer del turismo un verdadero sector de desarrollo económico.

Otro de los eslabones de la cadena turística es el turista interno, esos colombianos, familias, jubilados o jóvenes, que quieren conocer el país en el que viven, pero no hay políticas enfocadas en ese segmento, que paradójicamente puede ser mayor. Hay cientos de pueblos muy atractivos en los 32 departamentos, pero sin infraestructura, sin el más mínimo trabajo por parte de sus alcaldes en el sector o simplemente capturados por la inseguridad y los malos servicios. El turismo requiere una verdadera revolución, un revolcón institucional, más acorde a las nuevas tecnologías, al perfil de los viajeros y a lo que busca el viajero moderno.

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